El Blog dedicado a Valderas


Este Blog nace como rincón de la historia y la poesía valderense.

Un cordial saludo de
CESIDIO BLANCO GONZÁLEZ
-Escritor, Rapsoda y poeta valderense-

¡Bienvenido amable visitante!

domingo, 19 de octubre de 2014

"Beatriz y la Loba"

"Homenaje a una gran Escritora"

Título: "Beatriz y la Loba"

Autora: Concha López Llamas

Editorial: Bohodón Ediciones

Formato: Rústica con solapa        -   334  páginas


         Los días 6 al 8 de agosto del año en curso, en la XV Feria del Libro de la Villa zamorana de Benavente presentaron sus obras numerosos autores.
           El acto de apertura y pregón fue a cargo del prestigioso y consagrado poeta don Jesús Hilario Tundidor, con asistencia de destacadas autoridades, como el Excmo. Sr. Presidente de la Diputación de Zamora y el Ilmo. Sr. Alcalde de Benavente, entre otros.
           Finalizada la disertación inicial del poeta que abrió el acto, que fue magnífica, por riguroso turno de programación comenzó la presentación de libros, y escritores y poetas deleitaron al público asistente con lo más granado, hermoso y destacable de sus literarios trabajos, entre los que tuve el honor de presentar  tres de mis obras dedicadas a la Villa leonesa de Valderas, dos de historia medieval de los siglos XII y XIV, y un libro de poemas.
          En la tarde del viernes día 8 de agosto, cuando me hallaba esperando turno para presentar el último de mis libros y quedaban muy pocos expositores para finalizar las jornadas literarias, tuve la grata sorpresa de presenciar la presentación del libro titulado: "Beatriz y la Loba", que realizó su autora doña Concha López Llamas.


           Tras escuchar a más de treinta autores, en el transcurso de la magnífica exposición de doña Concha, muchos de los presentes nos dimos cuenta de que estábamos ante una obra muy interesante y especial, y particularmente disfruté como nunca la sorprendente y maravillosa disertación de doña Concha, y, como todo lo bueno, me supo a poco. Cuando finalizó adquirí allí mismo el libro "Beatriz y la Loba"; con la ilusión de sumergirme en sus páginas y la intención de que me fuera dedicada y firmada por su autora.
        Durante las vacaciones del verano he disfrutado de esta novela, y digo disfrutado, porque para todos aquellos que amamos la naturaleza salvaje,  podemos afirmar que es una obra realmente maravillosa.

         Sus pulcros y bellísimos relatos me han sumergido en las incomparables frescas madrugadas de los frondosos bosques de la comarca zamorana de la Carballeda y de Rionegro del Puente, contemplando, sintiendo muy cerca, y bebiendo sorbo a sorbo la incomparable belleza de la madre naturaleza con la intrigante ambarina mirada y la astucia del lobo ibérico, corazón fuerte y libre que cabalga gargantas boscosas de las sierras y las llanuras esteparias en la frías noches de la luna, siempre luchando por su supervivencia y defendiendo los territorios que habita desde prehistóricos siglos, que los humanos le niegan invadiendo su vida y hábitat natural.
           En los párrafos y capítulos de esta magnífica obra se percibe el perfume glorioso de una autora de excepcional sensibilidad que relata sus vivencias en prosa poética, con sublime sentimiento de amor por la naturaleza salvaje a la que ama profundamente desde el fondo del alma, por ser parte de su misma naturaleza salvaje y libre, por ello, este libro es un bellísimo cuadro pintado con pinceles y colores de palabras magistralmente expresadas, de belleza y sentimientos encontrados en el amor de una joven esposa  (Beatriz), quien a pesar de dar lo mejor de sí misma, por inesperados avatares de la vida se ve obligada a enfrentarse a un ambiente de sufrimiento enrarecido en su nuevo hogar. Tratando de liberarse instintivamente, intenta volar como una paloma sobre ríos y bosques para escapar y salir de sí misma, soñando la libertad que intuye en la manada de lobos que viven cerca, al amparo de las frondas boscosas que los cobijan y alimentan.


       Comienzas a leer, y te engancha de tal forma, que buscas cada momento libre del día para seguir y seguir tratando de adivinar un final que intuyes cada vez más interesante. Y, ciertamente lo es, pero como Vds. comprenderán yo no lo debo descubrir, aunque sí asegurar que es lo mejor.

      Señores, con todo aprecio, respeto, y agradecimiento, me descubro ante doña Concha López LLamas, y con admiración la FELICITO por este magnífico regalo henchido de talento y gran amor a la madre naturaleza, y en particular al Lobo Ibérico que puebla nuestros bosques y sobrevive con corazón fuerte y guerrero, luchador infatigable, maltratado e incomprendido, que también es ejemplo de ternura en la cría de sus lobeznos y en la defensa de su familia lobuna. ¡Ojala que el género humano aprenda la lección que nos brinda el lobo y la naturaleza! 
       
         ¡Que lo disfruten! 


domingo, 1 de junio de 2014

Poema: Las nuevas tecnologías

      En la sociedad moderna
de nueva tecnología,
el ordenador es guía
y el tontón con él alterna.

       Viene a completar la terna
el móvil que noche y día,
es eterna compañía,
con foto, agenda y linterna.

         Mucho en ellos se confía
en nuestra reciente historia
sin cultivar la memoria.

         Son parte de nuestras vidas,
pues si tú el móvil olvidas
volverás a la caverna
y en la oscuridad dormida,
tu existencia está perdida.


                                   
                                   El Facebook

       Iniciando estoy Señores
esta cosa tan divina
donde todo se adivina
con fotos de mil colores.

      Se cultivan mil valores
y hay tintes de alguna inquina,
el muro es la gran cocina
de nuevos expositores.

        Filósofos y doctores,
poetas y soñadores,
con la gente llana opina.

                            El Facebook es cosa fina,
                     que regala la retina,
y a todo el mundo fascina.

            C. Blanco. Glez.      

jueves, 29 de mayo de 2014

Valderenses en las Navas de Tolosa

             En el nuevo relato que ofrezco a mis amables lectores en este Blog de Valderas, con el análisis de los signos heráldicos existentes en nuestra Villa, podremos comprobar la participación de los valderenses en una de las hazañas guerreras más importantes de la historia de España: La gran cruzada de la cristiandad conocida como la batalla de "Las Navas de Tolosa".
                                ______________________________
Es notorio que el rey Alfonso IX de León no participó en la batalla de Las Navas de Tolosa, pero ahondando en los relatos históricos y en los pétreos testigos -labras- de nuestra Villa, hoy podemos afirmar que los caballeros y gentes de armas de Valderas, sí lo hicieron; y, aún más importante, como más adelante veremos, exis­ten datos fiables para afirmar que los valderenses tuvieron mucho que ver en la gran victoria de las tropas de la gran cruzada de cristiandad en la península Ibérica.
  Dicho lo anterior, alguien podrá preguntar: ¿siendo Valderas del Reino de León, cómo es que los valderenses participaron en la contienda y no lo hizo su legítimo Rey?
 La respuesta es clara: pocos años antes del 1.212, en que se luchó en las Navas, Valderas era gobernada por un caballero de noble raíz castellana, y todo indica que era hermano o sobrino don Diego López de Haro (el Bueno), Comandante de las vanguardia del ejército castellano en la citada batalla.
  Cuando la amenaza almohade Miramamolín -conocido por los árabes como "Príncipe de los Creyentes"- se hizo latente en tierras de la Península Ibérica, para enfrentarse a tan numerosa hueste, el rey Alfonso VIII de Castilla solicitó ayuda a los demás reinos de España, y para conseguir la unión de todas las fuerzas cristianas y el apoyo de los cruzados extranjeros de centro Europa, urgió al Papa Inocencio III para que declarase la contienda “Cruzada de la Cristiandad”, quien a su vez ordenó que fuese predicada en todos los púlpitos de Europa, y con amenaza de excomunión pidió a todos los Reyes y Príncipes cristianos que aplazaran sus diferencias a favor de la magna empresa común, prometiendo a su vez, plena remisión de los pecados a cuantos concurrieran en ayuda de la cristiandad, que se hallaba seriamente amenazada, puesto que el llamado príncipe de los Creyentes había jurado abrevar su caballos en Roma, con clara intención de arrasar los reinos cristianos, primero de España, y seguido a todo aquel que se le pusiese delante en Europa.
El rey Alfonso IX de León condicionó su apoyo y asistencia a la batalla solicitando al Castellano Alonfo XIII la devolución de las plazas que le tenía retenidas por incumplimiento del “Tratado de Tordehumos”. Por tanto, Valderas estaba en poder del Rey Castellano y era una de las plazas fronterizas que el leones pedía le fuese devuelta. Como vemos, en aquel tiempo nuestra Villa era de dominio castellano y se hallaba gobernada por un Señor desinado por el Rey de Castilla, y los valderenses, que siempre fueron gurreros por naturaleza como defensores de la frontera del Reino, está claro que en esta ocasión fueron partidarios de seguir la llamada del Papa y a su Señor en apoyo de las tropas de la cristiandad contra el árabe invasor, como también lo fueron cuando entregaron voluntariamente la plaza al ser cercada por Alfonso VIII, con motivo del llamado ataque de los Alfonsos.
El rey Alfonso IX de León, aunque no participó en la contienda, tampoco impidió que acudieran a ella muchos caballeros y gentes de armas de su Reino, entre ellos los de Valderas, que siendo tradicionales defensores de la frontera sur, eran guerreros por naturaleza. Por otra parte, el Monarca leonés tampoco podía impedirlo, puesto que, como ya hemos apuntado, la plaza estaba retenida por el castellano.
Conociendo nuestra historia, he llegado a pensar que los valderenses, ésta no querían perdérsela, pues no ignoraban el peligro que se cernía sobre toda España, incluido el reino de León, ni la llamada del Papa en ayuda de la magna empresa común.
Cierto que cuando el rey Alfonso VIII desde Toledo desplazó su ejército hacia el Sur junto a la estribación norte de Sierra Morena, temía que el de León le quitase por la fuerza las plazas cuya devolución había exigido, pero es notorio que el de monarca leonés no se aprovechó de tal circunstancia, y, como ya he apuntado, tampoco impidió que los caballeros de su reino acudieran en masa en defensa de tan noble causa.
         El día 20 de junio del año 1.212, el ejército cristiano partió desde Toledo camino del Sur. A los cuatro días de marcha avistaron el castillo de Malagón y pronto se lanzaron al asalto. Los defensores ofrecieron entregar el castillo a cambio de que se respetasen sus vidas, a pesar de ello, los ultramontanos -cruzados llegados del otro lao de los Pirineos- herederos de la intolerancia de las cruzadas, pasaron a cuchillo a casi todos los defensores.
          El día 30 de Junio ataca­ron el castillo de Calatrava. Los defensores parlamentaron, y Alfonso VIII para impedir otra degollina como la del castillo de Malagón, a éstos les concedió franquicia para retirarse salvando sus vidas y parte de sus bienes. El acuerdo indignó a los cruzados extranjeros (ultramontanos europeos), que querían saquear la plaza y repetir la carnicería de Malagón. Como el Rey no les consintió semejante atropello, en represalia, la mayoría de ellos se retiraron de la cruzada regresando a sus países de origen, debilitando así gravemente la fuerza cristiana. Los más exaltados querían vengarse del Rey Alfonso VIII y pretendían tomar Toledo que se hallaba desguarnecida, pero finalmente recapacitaron y se conformaron con saquear las juderías de las ciudades que encontraron a su paso.
            Los días 7, 8 y 9 de julio, los cruzados acamparon frente al antiguo castillo cristiano de Salvatierra que estaba en poder de los musulmanes. Allí pasaron revista a las tropas y se prepararon para la batalla. El día 12 de junio llegó el ejército cristiano a las estribaciones de Sierra Morena.
         Entre tanto, las avanzadillas cristianas traían noticias de las posiciones de las huestes de Al-Nasir, el Miramamolín, como ya hemos citado,  para los almohades “Príncipe de los Creyentes”, cuyas huestes estaban a pocos kilómetros al otro lado de las gargantas del Muradal ocupando estratégicas posiciones. El Miramamolín ya había dispuesto tropas en las alturas del desfiladero de la Losa, por donde se vería obligado a pasar el ejército cristiano para cruzar Sierra Morena, pues no se conocía otro paso. En este escabroso lugar los almohades sabían que tenían toda la ventaja, pues con sólo cien hombres apostados en lo alto de las rocas podían destruir todo un ejército que intentase cruzar.
Ante tal coyuntura, está claro que los cristianos estaban en un verdadero apuro, hasta el punto de que Alfonso VIII se reunió con sus estrategas y jefes de mesnadas para encontrar una solución. Algunos opinaban que había que retroceder y buscar otro paso para afrontar el combate desplegando las tropas en campo abierto, como única posibilidad de obtener la victoria, pues no debían ni siquiera intentar cruzar la ratonera del desfiladero de la Losa.


El rey no era partidario de retroceder, pues acertadamente opinaba que se produciría un agotamiento de las tropas, que ya venían cansadas por el desplazamiento desde Toledo y el agobio de los calores del mes de Junio, y lógicamente necesitaban reponer fuerzas para afrontar el combate. Intuía que si se debitaban aún más, el agotamiento podría ser decisivo llegado el momento de la batalla. Por ello, las tropas de la alianza cristiana estaban en un verdadero apuro, y más bien necesitaban un milagro para salir del atolladero.
Intentando solucionar tan difícil situación, el Comandante de la vanguardia don Diego López de Haro, de común acuerdo con el Rey, decidió enviar grupos de pequeñas avanzadillas de hombres de plena con­fianza a buscar algún posible paso entre los altos picos de Sierra Morena; a recorrer los senderos y desfiladeros para ver la posibilidad de encontrar algún desconocido paso que permitiese cruzar el macizo montañoso, y así afrontar la batalla con despliegue de fuerzas ante el enemigo, como estratégicamente se había planeado.
Las avanzadillas debían proceder con sumo cuidado en la difícil misión de encontrar algún camino no vigilado por los almohades, por el que pudiese pasar el ejército cristiano sin ser prematuramente avistado y emboscado. Verdaderamente el cometido era más que difícil, imposible, puesto que los moros estaban al otro lado de los picos y se suponía que tenían vigilados todos los pasos. Se sabe a ciencia cierta que la principal avanzadilla la mandaba el propio hijo de don Diego López, y, por lo que seguidamente veremos, en otra, es seguro que iban algunos valderenses.
   Inesperadamente, como llovido del cielo, el milagro que necesitaban ocurrió. Uno de los grupos destacados en aquellas alturas, se encontró con un pastor llamado Martín Alaja, que aseguraba conocer un angosto y difícil camino no vigilado por los almohades, un atajo por el que podría pasar al otro lado de la cordillera sin ser detectado todo el ejército castellano. La avanzadilla guiada por el pastor Martín Alaja, para asegurarse de que era cierto, lógicamente exploró el camino, comprobando así que a través de los parajes del Puerto del Rey y del conocido como Salto del Fraile, ciertamente se podía cruzar al otro lado.
             Mientras caminaban por los solitarios parajes y veredas que indicaba el pastor Alaja, un caballero avispado se fijó en un importante detalle que indicaba que aquellos pasos no estaban ni habían sido vigilados ni transitados por los almohades. Por considerarlo de suma importancia, el caballero solamente comunicó la observación a su Señor (Don Diego), y éste personalmente al Rey (por lo milagroso del hecho, alguna leyenda pretende que el rústico Martín Alaja era San Isidro).
             Una vez comunicado al Rey la existencia del paso no vigilado, el caballero hizo al Monarca la importante observación, diciéndole, que al explorar la ruta vio al lado del camino los restos de una vaca descuartiza por los lobos, de los que sólo quedaba la cabeza. Los sanguinolentos desgarrados despojos sobre restos óseos indicaban que el descuartizamiento era reciente, por tanto, bien se podía conjeturar que el paso no había sido transitado ni vigilado por nadie, de lo contrario los lobos no abrían estado allí dándose el festín.
             Por aquellos difíciles veredas transitadas por el pastor Martín Alaja, las tropas cristianas pudieron esquivar la emboscada del Miramamolín en el desfiladero de la Losa, y sin que se percataran los almohades, en la madrugada del 15 al 16 de julio de 1.212, cruzaron las escabrosas montañas de Sierra Morena por el Salto del Fraile, y salieron a la explanada de la Mesa del Rey, y desde una ventajosa y levada posición para la inminente batalla, avistaron el grueso del ejército enemigo y se prepararon para el combate.
           En la madrugada del día 16, aún era de noche cuando los cristianos vieron cercanas las hogueras del campamento enemigo, y unos y otros esperaron impacientes el amanecer del día decisivo. Los cruzados se aprestaron a revisar las armas mientras contemplaban el parpadeo de las luces del extenso campo enemigo, y los clérigos se apresuraban a impartir la absolución.
            El catedrático de historia Francisco García Fiz, en “Las Navas de Tolosa” (2003), dice: “En la batalla de Las Navas de Tolosa, por no ir más lejos, la vanguardia del ejército mandada por Diego López de Haro parece nuclearse en torno a su propia milicia, formada por <<consanguíneos, amigos y vasallos suyos>> entre quienes se encontraba su propio hijo, López Díaz de Haro y dos sobrinos suyos, Martín Muñoz y Sancho Fernández, este último hijo de su hermana Urraca López y del rey de León, Fernando II” (Pág. 206). Prosigue aludiendo al Alférez de Diego López de Haro, apellidado Arias: “...el día de la batalla encabezó la vanguardia castellana llevando consigo, entre otras fuerzas, a su hueste señorial, en la que aparecen citados su hijo y heredero –López Díaz- y sus sobrinos Sancho Fernández y Martín Muñoz; aunque las fuentes tardías añaden otros nombres de miembros de su milicia, como su hijo Pedro Díez y su alférez Pedro Arias(Pág. 207).

       El solar del apellido Arias se localiza en León y Galicia, y aquí tenemos a un caballero de los Arias que es Alférez de Don Diego López de Haro, un hombre de guerra de su plena confianza que marchaba a su lado con el hijo y los sobrinos del Comandante de la vanguardia. Ciertamente este dato respecto a Valderas no debemos pasarlo por alto, pues cuando el rústico Martín Alaja indicó la existencia de un paso entre las montañas que podía llevar al ejército cristiano a la Mesa del Rey, al otro lado de la cordillera, para comprobar el paso que indicaba el pastor, como no podía ser de otra forma, en evitación de conducir a todo el ejército a otra ratonera como el desfiladero de la Losa, o, a una fatal emboscada, don Diego envió patrullas de hombres muy cercanos a él y de su plena confianza.
Una vez comprobado por la avanzadilla el paso no vigilado por los almohades, al hombre que reparó en el importante detalle de los restos de una vaca devorada por los lobos junto a la estrecha vereda, de la que sólo quedaba la cabeza, a este Caballero, por su observación y perspicacia en tan importante momento, como premio, timbre y distintivo de honor y de nobleza para su nuevo escudo de armas, recibió del Rey Alfonso VIII “La cabeza de una vaca”, y es notorio, que heraldistas e historiadores coinciden en que la dinastía de los Cabeza de Vaca es oriunda de Valderas.
Lo más curioso de todo esto que llama poderosamente mi atención, es que el emblema de los Cabeza de Vaca está está en Vaderas en la misma casa del linaje de “Los Arias”, que también da nombre a la calle. Los Arias han sido durante muchos siglos una de las familias nobles más destacadas de Valderas, con ilustres personajes que han llevado el renombre de la Villa como: Franciscus Arias de Valderas que –según el Padre Albano- se cita en el prólogo una obra editada en el año 1.533, titulada: “Libellus de Belli Justitia Injustitiae”. Una de las tumbas –losa de piedra- que está en la iglesia de la Virgen del Socorro pertenece a la familia Arias.
               Como podemos apreciar en la siguiente fotografía, en la fachada de la casona señorial de Los Arias está también el escudo de y los “Cabeza de Vaca”. Ciertamente, parece mucho más que una simple coincidencia.


En mi opinión, relacionado con los blasones heráldicos existentes en Valderas, y con el caballero que vio la cabeza del rumiante explorando el paso señalado por el pastor en el Salto del Fraile, por donde el ejército cristiano pudo pasar la cordillera para ir a salir a la Meseta del Rey burlando la embosca del desfiladero de la Losa; quien se fijó en el importante detalle de la vaca devorada por los lobos y por ello fue premiado por el Rey con la cabeza del rumiante como timbre heráldico de su nuevo escudo, fue el caballero de Valderas Don Fernán Ruiz Cabeza de Vaca, primero de su nobleza y linaje, y oriundo de nuestra villa, y todo indica que en esta avanzadilla iba acompañando a Don Pedro Arias de Valderas, Alférez y hombre de confianza del Comandante Don Diego López de Haro. Por tanto, podemos colegir que este escudo de la primera dinastía de los Cabeza de Vaca, es fiel tes­tigo de la participación de los valderenses en la gran cruzada de la cristiandad, y la alusión bibliográfica a los Arias citada en nota anterior, que nos habla de un valiente Alférez de este linaje que luchó contra el moro en una de los puestos más arriesgados de la vanguardia cristiana, al lado de Don Diego (el bueno), viene a certificar el mismo hecho.
Continuando con los testigos que en nuestra Villa existen sobre la participación de valderenses en tan importante batalla, es notorio que el linaje de los López de Haro es un tronco de diferentes ramas, que a su vez derivan en apellidos que van tomando de las ciudades y señoríos que ostentan, entre estas ramas podemos citar noblezas como los Ayala o Avellaneda, solares que aluden a su tronco original colocando lobos en sus armas heráldicas y, como ya hemos comprobado, esta misma alusión a la jerarquía original de los de Haro, aparece también en el escudo bajorrelieve de una tumba hallada en Valderas en agosto del año 2.006 (el citado escudo ya ha sido explicado en ese Blog).
Otro interesante dato que merece ser citado en este relato, es la existencia de un apellido “Valderas” y su escudo heráldico, cuya descripción es la siguiente:
Valderas: Castellano de las montañas de León. De plata, un árbol de sinople con dos lobos de gules desollados y atados al tronco con cadenas, bordura de gules con ocho aspas de oro.

                                                                   Valderas

La forma redondeada de la base de este escudo nos remonta a una época muy antigua, y como podemos comprobar, lo realmente interesante son los lobos desollados y sangrantes atados al roble, que fueron añadidos a su escudo por los López de Haro a raíz de las Navas de Tolosa.
       También vemos las aspas de la toma de Baeza. Y para que no exista confusión, es importante decir que estos lobos sangrantes y encadenados al roble nada tienen en común con los lobos pasantes de los Osorio-Villalobos que vemos en el escudo del Arco de Santiago.
            El primer blasón de los Cabeza de Vaca fue el siguiente: En oro un estandarte de gules (rojo), acompañado de dos estrellas de lo mismo, una en Jefe y otra en punta. El que hoy podemos ver en Valderas timbrado con la cabeza del rumiante, que presentamos en la siguiente fotografía, tiene el escudo original en el cuartel superior izquierdo.


             Éste que tenemos en Valderas, al ser cuartelado (unión de familias), es traído del anterior original estandarte de oro y gules con una estrella en jefe y otra en punta. el cuartel superior izquierdo es el más importante, pues refleja la bandera y la estrella del primer estandarte. En el cuadrante izquierdo hay un castillo de Señorío. Abajo a la izquierda, aparece nuevamente la cabeza del rumiante.
             A la derecha tiene unas escobas, signo heráldico de la familia Escobar. El ajedrezado viene a resaltar el valor del soldado en la batalla.
Lo más importante a destacar es el timbre, como signo del apellido oriundo de Valderas, que como ya hemos demostrado, anuncia la participación de los valderenses en la gran cruzada de la cristiandad, la batalla de "Las Navas de Tolosa". 

jueves, 13 de febrero de 2014

Heroismo-El Gran Privilegio

             En la primavera del año 1387, el Rey de Portugal don Joao I -Gran Caballero de la Orden de Avis- y  el Duque de Lancaster, cercaron Valderas con 14.000 hombres armados.  Fieles a su legítimo rey Don Juan I de Castilla, ante tan poderoso enemigo, los valderenses se negaron rendirse, y para que nada pudiese sustentar al ejército invasor, cumpliendo la orden de "Tierra quemada" de S. M. el Rey,  389 hombres y mujeres valientes comandados por el Conde de Trastámara don Alvar Pérez de Osorio, se aprestaron a defender sus hogares, y como primera táctica defensiva destruyeron los víveres,  derramaron el vino en las bodegas. El día 9 del mes de mayo del año 1387, se defendieron con honor en una desigual lucha de David contra Goliat. En memorable y heroica hazaña, lograron humillar al Duque de Lancaster entregándole únicamente ruinas y destrucción, y ganaron así,  uno de los más grandes privilegios reales de los pueblos de España, concedido por S.M. el Rey don Juan I, que en un  Real documento suscrito por el notario Don Diego García de Valderas se anotaron los nombres de todos los valientes.

    Nunca olvidéis, valderenses,
cuando veáis las Arrejas
con puntas de hierro viejas,
que las subieron valientes.
    Y, que estando ahí presentes
entre bóvedas añejas,
han soportado sin quejas
el asedio de tus gentes.
      Son un altar permanente
que cuentan hazañas viejas
de tus bravos ascendientes.
     Bajo ellas pasó Lancaster,
humillado hasta las cejas:
¡Díselo a tus descendientes!


¡Arriba las Arrejas!

       ¡Arriba las Arrejas! ¡Vive el cielo!,
gritaron capitanes de Valderas,
¡Adelante Lancaster tus banderas!,
que las llamas han emprendido el vuelo.

      Dos reinos amenazan nuestro suelo,
a rendirnos conminan con quimeras,
¿Capitular? ¡Jamás! ¡A las hogueras!
 brava y dura respuesta al cruel duelo.

       ¡Oh muy noble y leal! ¡Nunca lo vieras!,
el honor te sumió en el desconsuelo,
muerte y fuego llevó calles enteras.

      ¡Arco de las Arrejas! ¡Vive el cielo!
¡Gloria los más bravos Capitanes!
¡Gloria los defensores de Valderas!

¡Jamás esas Arrejas en tu suelo!

____________
(Toda la información de esta guerra medieval, en el libro. "El Capitán Costilla".



miércoles, 29 de enero de 2014


Tierra de vinos


         Los ricos caldos de Valderas se crían en cepas cuyo promedio de edad sobrepasa los cien años, en majuelos recostados en suaves laderas iluminadas por el sol del medio día que forman magníficos pagos: Cuestas Buenas, Costana, Valduro, Los Caleros, Tras de Rey Etc., Todos ellos bien conocidos por la calidad  de difernestes variedades de uvas: Verdejo, Tempranillo, Cañorroyo, Mencía, Valenciana, y la excelente y alabada "Prieto Picudo".

        El vino es la esencia maravillosa de nuestra bendita tierra, nos da vida y anima hasta lo más hondo de nuestro ser. Es la Sangre que corres por la venas de la villa, desde hace siglos atesorada en el laberíntico de túneles del subsuelo.
         Paseando por las calles de Valderas entre antiguas labras y casonas señoriales henchidas de historia, que evocan una rancia Nobleza e hidalguía, a través de las zarceras de las bodegas se perciben los aromas de cubas y lagares perfumados de de mosto y vino viejo de gran solera.
       Huele a lagares, a raídos poínos, carrales y añejas cubas de roble. A escurrideros de cestos y hollejos empapados de mosto de uvas enteras que sirven de madres al fermento de  riquísimos taninos.



    



    El vino es para los valderenses el fiel compañero que alienta y ayuda la dura y difícil brega del trabajo del campo. ¿Qué labrador de mi tierra no lleva consigo al campo una bota de buen vino? ¿quién no ha saciado su sed en los calurosos días del verano con un delicioso trago de vino fresco manando de la bota como gloria del cielo?
    El vino es fiel hermano de la amistad y el compañero ideal de manjares de buena mesa. Es la chispa del amor, el sueño dorado y embriagador, y el sereno brindis de gloria y honor. Es néctar de los dioses en el dulce remanso de las penas, la alegría en la fiesta y mesa, el disfrute en la paz y el descanso del hogar, el regalo del cielo y la bendición de Dios en el altar.


    Néctar por Baco adorado,
gota de esfuerzo y sudor
del sufrido viñador,
de la cepa enamorado.
    Racimo de sol dorado,
mosto de turbio color,
dulce, opaco, embriagador,
que mi mente has enturbiado.
 
   Dorado sol perfumado
en el roble madurado
mientras se duerme una flor.
    
Esencia leal de honor
en el altar consagrado,
copa de luz y color
bendito efluvio de amor.

Viajero, valdrense, cuando llegues a nuestra bodega Cooperativa, haz honor a esta gloriosa Villa con un trago de vino, y escucha su saludo...

       Bienvenido a tu bodega viajero,
perfumada de aroma y de solera,
templo de honor a Baco en la ribera,
a sus néctares criados con esmero.
        Soy la plata del rocío mañanero,
crepúsculo dorado en primavera,
maduré bajo el sol en la ladera,
me alumbraron bellísimos luceros.
        Levántame en tu copa compañero,
y  verás el color de la cereza,
y  la luz del otoño placentero.
        Cual néctar de los dioses es mi beso:
¡A tu salud el buqué y la solera
de mi bendita tierra de Valderas!


viernes, 24 de enero de 2014





Las Labras

Los numerosos escudos heráldicos que nuestra Villa atesora en sus calles y plazas, son fieles testigos mudos de un glorioso pasado; son libros abiertos que con variada simbología predican la hidalguía de Nobles Caballeros que ganaron sus insignias con honor en renombradas batallas, lides, y combates medievales.
Otrás labras se quedaron atrás en siglos pretéritos, pero, quienes hemos nacido y vivido en Valderas al declinar el pasado milenio y en el amanecer del  nuevo, generalmente no valoramos en su justa medida las maravillas que tenemos delante de nuestros ojos, y, tal vez por cotidianas desde nuestra infancia, no las supimos apreciar. Suele ocurrir, tan cierto como el viejo refrán: "los árboles no dejan ver el bosque".
Sin lugar a dudas, la riqueza cultural simbólica cincelada en las piedras es un preciado tesoro legado por nuestros mayores, que no podemos ni debemos apartar, y sí apreciar, mimar, conservar y estudiar; porque desde el silencio viene a reescribir una antigua y gloriosa historia, que es la nuestra.
Para valorarla más claramente, es conveniente intentar cambiar la habitualidad y tratar de ver Valderas desde la sensación que experimenta el caminante que sin conocer nuestra Villa, por primera vez se acerca a visitarnos, y habiendo contemplado desde la lejanía los derruidos torreones del castillo alzándose cada vez más próximos en el horizonte de la Altafría, por fin llega al caserío y camina por las calles y plazas viendo pausadamente los numerosos blasones que presiden lienzos y portadas de señoriales casonas: Cabeza de Vaca, Los Arias, Aguilar, etc.
 Sumergido en el sosegado silencioso envolvente, mágico y apasionante del corazón de la Villa, llega hasta el pórtico de la iglesia de Santa María del Azogue, e instintivamente posa su mirada en emblemático edifico herreriano de la antigua Casa Consistorial, presidido por el escudo de la Villa, el anciano templario cargado de esotérica espiritualidad y misterios, de antiguos secretos, flanqueado a su vez por las dos grades y amenazantes gárgolas leoninas que, al igual que el escudo al que defienden, entre sus afiladas garras guardan los más puros signos de la identidad valderense: bandera, llamas y estrellas.

             


                                                           
Pero hay que seguir caminando. La tarde veraniega es apacible, sosegada y luminosa,  nos invita a ir despacio disfrutando de un inesperado y maravillo ambiente, así, llegamos a los pies de la Virgen Morena, la flor más Santa y hermosa que jamás vieron los ojos. La gloriosa Capitana del alma y sentir Valderense. En los últimos días del verano las campanas repican a gloria en su honor, y su santuario es un remanso de paz para el alma, que nos invita a la oración y nos acerca al cielo.   





Aquí muy cerca, contiguo al templo, al otro lado de la calle, está el escudo heráldico de un Grande de España, con su yelmo enrejillado y al frente, tocado con penacho de las siete plumas cómo corresponde a un Conde. La pétrea fachada del esquinado balcón ojival luce con todo su esplendor el emblema del "Conde de Trastámara", Señor de Astorga, de Villalobos y de las Siete Villas de Campos cuya capital era Valderas. La simbología de su labra es muy variada: lobos pasantes, torre de Señorío, el Torreón de Turienzo de los Caballeros Templarios circundado por  veneras santiaguistas, el ajedrezado -valor del soldado en la batalla-, el león rampante del antiguo Reino con los sotueres de las Navas de Tolosa, etc.
 

Seguimos adelante, y pronto nos hallamos bajo la dulce mirada de imagen de Nuestra Señora del Buen suceso, sobre ella la pentalfa, y colgadas de la bóveda están las carcomidas y oxidadas puntas de férreas y puntiagudas saetas del Arco de las Arrejas.

Virgen del Buen Suceso en el Arco de las Arrejas
      

Al salir hacia la plaza del Ganado, aparece ante nuestros ojos la inmensa mole petrificada por los siglos de la iglesia de San Juan, dedicada al Bautista, donde, iluminada por el sol dorado del crepúsculo vespertino, en la base del primer cuerpo de la torre vemos la gran linterna de los muertos, cuya concepción original fue guiar por la nave central del templo al último reflejo del astro rey, y al hundirse éste en el abismo del horizonte, su último rayo dorado moría a los pies del Santo Sepulcro, mientras la iglesia funeraria -La Stupa- comenzaba a cubrirse con un bellísimo manto de luceros y estrellas.
San Juan del Mercado
Linterna de los muertos

 Transitando la calle de Santiago entre blasones y portalones de rancias casonas que aún conservan repiques de armas y espuelas de los caballeros cruzados, el viajero percibirá cercanos otros tantos genuinos aromas medievales, y verá en su altar al Santo Apóstol Santiago rememorando su gesta en la batalla de Clavijo. En su capilla sobre el arco, aún resuenan los ecos de rezos y cantos de monjes guerreros de las órdenes militares de Calatrava, Alcántara y Santiago adorando a la Reina del Cielo, la Virgen de la Cabecica.

 

Con este inolvidable y grato recuerdo de un pasado de siglos no muy lejano, el viajero se despide de Valderas caminando hacia poniente, hacia la caída del sol que marca la ruta del mar tenebroso siguiendo el camino de las estrellas, que lleva a la tumba del Apóstol, en el corazón de las verdes montañas de Galicia.

Al contemplar estas maravillas, también los valderenses sentimos muy dentro el mágico embrujo de la anciana Villa medieval cuajada de siglos de historia, que, en la modernidad del siglo XXI permanece palpitante en el corazón del pueblo, envolviendo a sus hijos con un hálito de gloria.

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En el próximo relato comenzaremos a desvelar los secretos templarios del escudo de Valderas, y proseguiremos con los esotericos misterios de la iglesia de San Juan.
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