El conjunto
histórico arquitectónico de la plaza Mayor de Valderas, donde arrancan las calles de San Isidro y los Castillos, es de lo más antiguo y
representativo de la Villa. En tiempos
medievales era el centro de la vida comercial y social, donde se construyó la
iglesia de Santa María del Azogue sobre los derruidos muros del primero de los
castillos valderenses, que en el año 988 fue arrasado a sangre y fuego
por Almazor. El templo debe su nombre al mercado.
La arquitectura
de la plaza destaca por la pétrea portada
del edificio de estilo herreriano de la casa Consistorial, antiguo
ayuntamiento, que fue construido a finales del siglo XVII y primeros años del
XVIII, por los maestros de carpintería Tomás
Sánchez y Antonio del Corral, ambos oriundos de Valderas, siendo alcalde
don Pedro Ortiz de Salinas, y
teniente alcalde don Pedro Luis Llanos;
ejerciendo a la sazón como procurador general de la Villa don Lázaro Becerro, cargo nombrado por su
majestad el Rey. Como queda dicho, la obra comenzó en la última década del
siglo XVII, y finalizó en el año 1.706.
Frente al pórtico de la iglesia podemos
ver las clásicas casas porticadas con postes de madera y modillones, y, en la
esquina noroeste tenemos una casa de doble planta única en la Villa por su
especial y antiquísima construcción, que se identifica con las más
caracterizadas del barrio judío de la localidad de Hervás en la provincia de
Cáceres, por tanto, tiene todas las trazas de haber sido construida y habitada
por algún de los judíos que poblaron nuestra Villa y comerciaron en esta plaza
Mayor.
Volviendo a la fachada del consistorio y viejo ayuntamiento, que preside
un escudo de grandes dimensiones, que en mi opinión es el más antiguo de la Villa,
y en su centro están los signos históricos más
identitarios valderenses (bandera, llamas y estrellas…) y, circundando a
éstos vemos en él una variada
representación de marcas identificadas de carácter templario (caracolas,
Baphomet, leones echados sobre las cuatro patas, etc.).
Del emblema de la Villa, Dª Honorina Vecino en su magnífica "Guía de Valderas", reparando en
sus grandes dimensiones, muy acertadamente dice: “es un pegote que rompe el
conjunto estético del edificio herreriano”. Con lo cual viene a decir que más
bien parece un cuerpo extraño que no encaja con la pulcritud y fina armonía de
la construcción herreriana.
Considerando en su justa medida esta afirmación, y fijándonos en otros
detalles que tienen que ver con el encaje, ajuste, y acoplamiento al lugar en
que se encuentra, algunos creemos que no se fabricó a la vez que el edificio,
precisamente por ser del tiempo templario o muy próximo a éste. Siendo así, es
lógico pensar que fue acoplado allí una vez construida la fachada. Vienen
también a sustentar esta teoría, las amplias holguras de sus laterales y los
pegotes de argamasa que rellenan éstas, así podemos ver que ha sido colado allí
una vez construido el edificio (todas la piedras del la fachada ajustan menos las
cierran el escudo), y en mi opinión, como no era fácil acoplarle al hueco por
ser demasiado grande para un espacio sin amplitud suficiente, fue necesario
romper los frisos de piedra centrales y del triángulo superior.
Ciertamente, a nadie se le escapa que son
muy importantes la fachada y el escudo, pero no lo son menos dos grandes
gárgolas gemelas que aparecen a ambos lados de éste, separadas de él dos metros
aproximadamente. Son enormes cabezas que emergen de la cornisa, y como ya se he
mencionado, normalmente pasan desapercibidas por acaparar todo el protagonismo
el edificio y el escudo.
Estas Gárgolas o canecillos gemelos son muy interesantes y no deben
dejarse a un lado, precisamente porque tienen cincelados en sus piedras
ornamentos y signos identitarios de la Villa, y nos muestran detalles en
perfecta sintonía con los más históricos y representativos ya existentes en el
escudo a que acompañan, por ello, sería un grave error no reparar en ellos.
Veamos estas fotografías:
¡Aquí están! Son cabezas de leones. El del lado izquierdo (viendo de frente el edificio), bajo sus poderosas y
amenazantes fauces, entre la garganta y las garras tiene grabados una bandera
sobre llamas y laureles que la circundan, idénticas a las que hay en el escudo.
La descomunal cabeza que vemos en esta fotografía, con la boca
entreabierta enseñando los dientes, parece copiada del león echado sobre las
cuatro patas que está en la parte superior del escudo.
El
canecillo-gárgola del costado derecho, en el mismo lugar que el anterior tiene
esculpidas tres estrellas octogonales y una pentagonal, y también los laureles.
Viendo esto, a nadie se le escapa que se identifican con las que aparecen en el
escudo bajo la bandera y sobre las llamas.
Es importante resaltar con detalle que estos signos valderenses
están protegidos entre la amenazante dentadura y las afiladas garras, lo cual
viene a decirnos que los fieros leones son protectores de la Villa, por tanto,
defensores de Valderas.
Ello significa que las dos gárgolas están en perfecta sintonía con el
escudo en que el brazo arranca, protege y salva la bandera de las llamas.
Eminentes arqueólogos e historiadores estudiosos de gárgolas y
canecillos (Isabel Companys Farrerons y
M.ª Joana Virgili Gasol, entre otros), afirman que este tipo de pétrea
ornamentación con animales es muy característica en los monasterios leoneses de
origen cisterciense, cuya orden fundada por San Bernardo de Claraval, fue raíz
del nacimiento de la Orden del Temple, de los “Milites Cristi”, también
conocidos como los monjes caballeros y Militares de Cristo, entre cuyos signos
principales se hallaba la estrella octogonal como símbolo de espiritualidad, y
la pentagonal o Pentalfa, que distinguía al maestro tallador de la piedra.
Estas gárgolas gemelas, estos amenazantes leones con poderosas fauces y
afiladas garras, podemos afirmar que son: "los guardianes de Valderas" y del Reino, pues eran una clara advertencia a la razzias y aceifas moras de que estaban entrando el antiguo Reino de León, en una plaza cuyo alcaide era de plena confianza por ser nombrado directamente por el Rey, precísamente para asegurar la fidelidad y fuerza en la defensa de la frontera, así podemos nombrar a importantes Cabelleros que fueron alcaides: Pedro Peláez de Valderas, Ponz de Venebra o Gundisalvo Ortíz (Osoriz- Osorio) entre otros valientes, a quienes también representaban estos leones.