Introducción
Considerando
el interés suscitado por el artículo titulado "Una salida secreta", recientemente publicado en este
Blog, y con el ánimo de abundar en datos
que puedan interesar a los amables lectores, es mi deseo ampliar la información
con un nuevo relato titulado:
La más antigua fortaleza.
Autor: Historiador y poeta valderense:
Cesidio Blanco González
La situación geográfica y
fronteriza de la villa de Valderas, anclada entre los reinos de León y
Castilla, desde tiempos ancestrales ha marcado el devenir de su historia. Muchos
siglos antes de que se construyese el actual castillo y cerca defensiva por el
rey Fernando II de León, al comenzar el segundo milenio, los valderenses ya
tenían un buen sistema defensivo para protegerse y sobrevivir a los ataques y
asaltos bélicos. En estas llanuras Sur-leonesas ribereñas, que bañan las vegas
del bajo Cea, es notorio que no existen escarpadas montañas para ocultarse o
defenderse de ataques enemigos, y así, es lógico que los valderenses se vieran
obligados a buscar su sistema defensivo; para ello, perforaron el subsuelo de la ladera
sur de la Altafría, horadando el terreno bajo los cimientos del caserío hasta
formar un ensortijado laberinto de túneles y galerías, que hoy son bodegas, y
hace siglos eran una fortaleza subterránea, aún más útil y efectiva que la
cerca y el castillo. Según el Padre Albano, allí había también cárceles y
mazmorras.
Es lógico
pensar que los ejércitos atacantes, que no fueron pocos, (los citaré más
adelante) al asaltar el caserío, se lo pensasen dos veces antes de intentar
sacar a los defensores de las profundas, ensortijadas, y oscuras galerías,
porque sabían que podían hallar la muerte emboscada en cada túnel o rincón, sin
ni siguiera ver ni adivinar de dónde les venían el golpes.
Mas, si hoy
podemos colegir que esto fue así, pues ahí tenemos bien visibles las pruebas,
también podemos afirmar que esta fue la verdadera "fortaleza defensiva".
Es notorio que nadie hace semejante defensa sin
haber previsto algunos puntos de escape, porque de no ser así, se convertiría
en una ratonera, a mejor, en una trampa mortal. Por tanto, opino que estas
salidas secretas citadas en el artículo anterior, ya existían siglos antes de
la construcción del castillo y la cerca, y así, fueron mantenidas como
necesaria vía de escape cuando se levantó en superficie la muralla exterior.
Cómo dato importante, es oportuno citar la primera
referencia o noticia que tenemos de la existencia de cuevas o túneles en las
estribaciones del cerro de la Altafría, que se remontan a la época del
paleolítico; así nos lo dice el prestigioso arqueólogo don Germán Delibes de
Castro, en su tesis doctoral sobre la "Colección Arqueológica de Tierra de
Campos", logro del catedrático y profesor del Seminario de Valderas don
Eugenio Merino Movilla. El citado arqueólogo, Delibes, en el libro número 14, editado por el centro
de Estudios e Investigación San Isidoro -León 1975; página 124, copiado literalmente, dice: "el enterramiento en cueva artificial es
propio de áreas de gran densidad y alto grado de evolución del fenómeno
megalítico, aunque Luengo (aquí se refiere a José María Luengo, autor de
libro Las cercas de Valderas - León, 1928)
sospeche una primitiva utilización en ese sentido de la cueva que existe en la
ladera septentrional del Castro de Valderas (lógicamente se refiere al castro
celta vacceo que fue destruido al construir el castillo sobre él).
Esta gruta que cita Delibes
haciendo referencia a hallazgos de don José María Luengo, quien opina que su
primitiva utilización era lugar de enterramiento, es muy posible que en épocas
posteriores sirviera de escondite y refugio en caso de peligro exterior, y al
indicarnos que está en la zona septentrional de la ladera -al Norte del
castillo-, señala el lugar donde debe de estar, aunque yo debo admitir que no
la he encontrado. También aquí, en la misma página 124, nos muestra el plano de
la cueva.
Cómo
referencia de los avatares bélicos, podemos citar los siguientes:
-Considerando
que en Valderas pudiera hallarse la famosa Intercatia vaccea, en el año 153 aC., fue asaltada a sangre y
fuego por el Cónsul romano Publio Cornelio Escipión (el Africano).
-En el año
711, tras la derrota sufrida por el visigodo Rey don Rodrigo en la Batalla de
Guadalete a manos del árabe invasor de la península Ibérica, las armas que Dª
Mª de las Hazas guardó en los ensortijados túneles (¡ojo! que ya se habla de
tunes y bodegas en el año 711), ocultándolas secretamente al rey Witiza, fueron
entregadas a los derrotados soldados de don Rodrigo, que huían a refugiarse en las montañas del Norte para
comenzar la Reconquista pocos años más tarde, y las armas sirvieron para
defender a Valderas, y para la batalla de Covadonga, primera de la Reconquista.
-En el año
1144, una de las muchas Aceifas moras contra los reinos cristianos, capitaneada
por Abí Amir Muhammad, Almanzor, arrasó Valderas destruyendo el primer castillo
que se hallaba en el lugar que hoy ocupa la iglesia de Santa María.
-En el año
1188, Valderas fue atacada por tropas conjuntas de los reyes Alfonso VIII, de
Castilla, y por Alfonso II Ramón (el Casto), de Aragón, que dirigían su acoso
contra el rey Alfonso IX, de León. Este ataque fue llamado el de Los Alfonsos,
y esta vez parece que sitiadores y sitiados llegaron a un acuerdo y no se
produjeron grandes destrozos, ni corrió la sangre.
-En el año
1367, los Nobles valderenses de tradicional inclinación trastamaristas, se sublevaron
contra el rey castellano Pedro I (el Cruel), quien necesitó dos asaltos para
doblegar la resistencia de la Villa, y seguidamente ajustició a los cabecillas
en el recinto del castillo.
En la
primavera del año 1387, nuestra Villa fue incendiada y arrasada por 14.000
combatientes de dos ejércitos extranjeros: uno de Portugal al mando del rey Joao
I (Maestre de Avis), y otro ingles al mando de Juan de Gante, Duque de
Lancaster. En esta ocasión, el poderoso
ejército anglo-portugués prometió respetar las vidas de los defensores si se
rendían, pero éstos, fieles a su legitimo Rey don Juan I de Castilla, se
negaron. El historiador benaventano Ledo del Pozo, dice que los valderenses
lucharon con bravura, y que donde más degollina hicieron al ejército invasor
fue cuando se replegaron de la cerca y se atrincheraron en los túneles y
bodegas en organizadas guerrillas.
(Estos hechos están relatados con
detalle en el libro del autor que suscribe, titulado: "El Capitán Costilla")
La historia nos cuenta que esta heroica resistencia fue causa de la
desmoralización del Duque de Lancaster, quien ya no continuó la guerra en
Castilla. Los valdereses se hicieron merecedores de uno de los más grandes
privilegios reales de España, concedido por su legítimo Rey en reconocimiento a
la fidelidad, heroísmo, y valor del
pueblo.
Lo citado
con antelación viene a demostrar el sacrificio, el aguante, y un genuino
espíritu guerrero que forja la identidad valderense en el rodar de los siglos,
y también, cómo lograron perpetuar su defensa.
Pero, en este
relato estamos tratando de la existencia o no de unas salidas secretas, que
hoy, en los albores del siglo XXI pudieran haber desaparecido, así, también
cabe preguntarse: ¿dónde se hallaban? ¿de qué lugar partían y hasta donde
llegaban? ¿qué vestigios tenemos aún, y qué podamos ver y analizar al comenzar
el tercer milenio?
Llegados a
este punto, y meditando pausadamente el tema, debo apuntar aquí aquello que he
visto.
Comenzaremos
estas respuestas diciendo que, por toda lógica estas salidas secretas tenían
(tienen) que comenzar en el castillo, precisamente por ser el último reducto de
repliegue defensivo, y, siendo así, veamos lo siguiente:
Cuando
éramos niños, y con nuestros a amigos de infancia íbamos a jugar al recinto del castillo, y
subíamos a la Silla de la Reina para admirar el magnífico paisaje ribereño del
río Cea y el lejano horizonte del monte, antes de encaramarnos a aquel elevado
balcón con bancos de piedra a ambos lados del mirador, al lado derecho del
cuadro interior de la atalaya veíamos una escalera que iba hacia abajo, hacia
un sótano o recinto. Muchas veces entramos allí, e intrigados por la oscuridad
bajamos los primeros peldaños sin poder continuar por estar todo cegado de
tierra y escombros.
Esta bajada,
sin lugar a dudas es una entrada a los pasadizos inferiores, que se complementa
con lo siguiente: Si observamos la torre desde el exterior, en el lugar
indicado vemos una aspillera que nos indica por donde continuaba bajando la
escalera, y aún más, en la cuesta que tenemos unos metros por debajo de los
cimientos de la base de la torre, pude verse un fallo en el terreno, un
bajonazo o descuelgue, que estoy seguro se ha producido por el hundimiento del
túnel que tiene debajo.
Veamos estas
fotografías:
También
podemos comprobar en estas fotografías, que el lienzo de la torre está rasgado,
y sería muy peligroso escavar en el interior para seguir el túnel, pues la
atalaya podría desplomarse sobre las cuestas.
Otro lugar
del que podrían partir los túneles o salidas secretas, lógicamente no era la
casa de un pobre, y si, la de algún mandatario o Noble Señor que tuviera mando
y suficiente riqueza para construir estas salidas, con la lógica intención de
salvarse él y su familia los primeros en caso de peligro.
Apoyado en
esta teoría, y tratando de hallar algún otro camino para dar con el comienzo de
estos túneles que se proyectan hacia el exterior de la cerca por la laderas, lo
lógico es pensar en casas de nobleza próximas a las cuestas que hoy conocemos
como los Miradores, y efectivamente, aquí está la casa solariega de los
Marqueses de Astorga, junto al templo de Ntra. Señora la Virgen del Socorro.
Pensando en
la bodega que pudiera tener esta pétrea casona del más importante Señor de
Valderas en tiempos medievales, que luce en su portada el emblema heráldico de
un grande de España, el Conde de Trastámara, enseguida vinieron a mi mente
recuerdos de Juventud y la imagen de una bodega. La bodega era la de mis
abuelos, cuya casa estaba pegada a la del Conde, y ambas forman la misma
manzana de casas. Es claro que hace muchos años, tal vez siglos, la casa de mis
abuelos era parte y conjunto de la de los Marqueses de Astorga, y que ambas
compartían la misma bodega hasta que en algún momento de la historia, de
aquella casona señorial se hicieron dos, y una es la de mis abuelos. Como es lógico, en mis años de juventud bajé
varias veces a aquella bodega, y hoy recuerdo que tenía una gran nave central,
y al fondo de ésta había una pared de ladrillo macizo con una amplia puerta
coronada por un arco de estilo mudéjar,
igual al del arco de las Arrejas y al de la puerta de Santiago. En realidad
allí estaba el paso abierto, sin puerta de madera, que daba entrada a unas
derrumbadas y oscuras galerías que se perdían en profundidad en dirección a las
cuesta de los Miradores que caen hasta el río.
Allí nos asomábamos todos los jóvenes de la familia cuando bajábamos a
la bodega acompañados de nuestros mayores, y excuso decir que, por la
peligrosidad manifiesta, salvo asomarnos a aquel tenebroso lugar, nunca nos
dejaron entrar a explorar, ni pasar más allá del dintel de la puerta. Señores,
hoy me atrevería a afirmar que era y es esta una de las entradas a las salidas
secretas de la solariega casa de los Marqueses de Astorga, porque de no ser
así, aquella puerta al fondo de una bodega, no tendría razón de ser, y la
bodega, como tantas otra estaría totalmente cerrada.
(ruego a mis
lectores que me disculpen si no puedo ilustrar este texto con una fotografía de
la puerta mudéjar, pues la casa a que me refiero ya no pertenece a la familia).
Esa salida,
y la ya explicada que sale del castillo, van hacia las cuestas en dirección al
río, y no es menos cierto que en la orilla del río, cuando baja el nivel del
agua, entre la espesa maleza puede verse un enarcado de piedra que bien pudiera
ser una de las salidas, y el lugar al que bajaban los valderenses por los
túneles a abastecerse de agua en el caso de acoso o de hallarse cercados.
Por tanto,
subjetivamente creo que las salidas secretas que fueron vía de escape y
salvación de las mujeres y niños valderenses, especialmente en el tiempo del
acoso y cerco del Duque de Lancaster, existieron y existen.