Una
vieja historia de Valderas convertida en leyenda, contada de abuelos a nietos al amor del fuego
en las frías noches del invierno, habla de un túnel que partiendo del castillo
unía éste con el de Benavente.
Creo
que muchos valderenses en nuestros años jóvenes hemos oído esto en alguna
ocasión, e intrigados por tal misterio, nos hemos preguntado cómo podía ser.
Meditando
en repetidas ocasiones sobre la
existencia del túnel o pasadizo,
llegué a la conclusión de que no podía existir. No podía ser cierto, pues en el
siglo XII en que se construyó el castillo, no tenían la tecnología ni los
medios materiales necesarios para acometer una obra de semejante envergadura, y
considerando la distancia existente entre ambos castillos, aún menos. Por
tanto, creo que esta historia no pasa de ser leyenda.
El
túnel entre los castillos de Valderas y Benavente nunca existió, pero sí es
lógico pensar que al ser fortificada nuestra
Villa por el rey Fernando II de
León, quienes construyeron el nuevo
castillo y muralla, como propia autodefensa y vía de escape, hicieron a la vez
algunas salidas secretas extramuros, como era habitual en las ciudades
amuralladas.
Regresando
a un importante acontecimiento bélico ocurrido cuando Valderas estaba protegida por su castillo y cerca,
llegué a la conclusión de que sí habían de tener uno o varios túneles que
servían de escape o salidas secretas.
Seguramente partirían del anfiteatro del castillo, o tal vez de alguna de las
bodegas próximas a las empinadas cuestas que caen hacia el río, pues, como bien
sabemos los valderenses, otra cosa no tendremos, pero agujeros, túneles y
huecos en el subsuelo bajo las casas, los que se quieran.
El
hecho histórico a que me refiero con antelación, que viene a demostrar la
existencia de estas salidas subterráneas secretas, es el cerco del ejército
anglo-portugués que acosó Valderas en la primavera de 1.387.
Cuenta
la historia (no la leyenda) que, estando cercados, y viendo aproximarse el desastre que
amenazaba sus vidas y la total destrucción de la Villa, los defensores
decidieron apartar del peligro a las mujeres, los ancianos y los niños, y como sabemos, bien cierto que lo hicieron.
Es
notorio que, en el cerco de cualquiera ciudad amurallada, los sitiadores tienen las puertas bien
vigiladas; por tanto, la pregunta es inevitable: ¿por dónde salieron sin ser
vistos?
Sobradamente
sabían los defensores que, si los que se iban eran hechos prisioneros, ellos no
tendrían otra alternativa que deponer las armas y rendirse, así, todo nos hace
pensar que cuando tomaron tal decisión, estaban bien seguros de lo que hacían,
y, por cierto, lo lograron, pues las mujeres, los ancianos y los niños salieron
sin ser vistos.
Cuando el invasor entró en Valderas siendo
devorada por las llamas, ya se habían ido, ya estaban a buen recaudo refugiados
en el monte y en pueblos cercanos.
Esto
viene a demostrar que contaban con una o varias salidas secretas. Tal vez sigan
ahí, ocultas en las cegadas galerías del anfiteatro del derruido castillo, o en
el oscuro rincón de alguna bodega o mazmorra.
Los túneles existían. Les iba en
ello la vida.
Próximo reportaje: heráldica valderense.