Hoy día no ofrece duda el hecho de que en Valderas existió una Judería situada extramuros en el lugar que conocemos como plaza de la Cruz, que podemos considerar como un importante vestigio espiritual desaparecido, de gran renombre y valor histórico.
La causa-origen por la que los
judíos se afincaron en Valderas no se
puede precisar, si bien, diversos autores estudiosos del tema apuntan a la
posibilidad de negocio que ofrecía este enclave, pues en nuestra Villa, el
mercado comenzó en el siglo X, y fue floreciente durante los tiempos medievales
y siguientes siglos. Es notorio que al principió se comerciaba en la plaza Mayor y calles aledañas, y ya en el siglo XIV, floreció otro mercado paralelo
en la plaza de San Juan, que causó importante rivalidad entre ambos.
Dada la importancia vital de los
mercados en estas tierras castellano-leonesas, Valderas, llegó a entregar importantes
extensiones de tierras de labranza y monte a los pueblos vecinos para hacerse
con la hegemonía mercantil, actividad que parece ser la causa más probable del
afincamiento de los judíos.
En tiempos de los visigodos los judíos
se regían por una especial legislación, por la que debían estar separados de
los lugares cristianos y morerías. Ello explica que, conforme a ley, como
tantas otras, la judería hebrea de
Valderas estuviese extramuros.
El primer dato histórico que se conoce
de este enclave data del año 1.339, y nos le ofrece un documento escrito con
motivo de un otorgamiento del caballero Don Fernán Pero del Castiello, que da
heredamientos en Valderas y Valdefuenes al Abad de la comarca leonesa berciana
de Carracedo, y, a su vez, cita como deudos a dos judíos y judías. Este documento indica que los judíos ya estaban
en Valderas anteriormente al año 1.339.
En el año 1.386, en el “Privilegio
Grande” que el rey Don Juan I de Castilla concedió a los valderenses por la
heroica defensa de la villa, motivado por del cerco y acoso del Duque de
Lancaster y del Rey Joao I de Portugal, en este importantísimo documento en que
se reconoce y se premia el arrojo y valor de los valderenses, aparecen los
nombres de once judíos entre los defensores, que son merecedores y obtienen el
beneficio de exención de tributos y de pechos, con extensión a sus
descendientes.
En el año 1.454, en un documento citado
por Rodríguez Díez relativo a la historia de Astorga, algunos judíos que
habitaban en esta ciudad, por ser descendientes de los privilegiados en
Valderas, hacen valer su derecho de no pagar tributos al Sr. Obispo.
Don Amador de los Ríos en su “Historia
de los Judíos de España y Portugal”, cita un documento del año 1.444, en el que alude a los judíos de
Valderas, sorprendiéndose de lo poco que
pagan en sus impuestos, lo cual no es de extrañar, teniendo en cuenta que la
aportación tributaria en maravedíes, es
conjunta con algunos pueblos y villas del alfoz, y los de Valderas se hallan
amparados en el Gran Privilegio”.
Los nombres y profesiones de los
hebreos valderense que se citan en el famoso privilegio real son los
siguientes: Doña Vellida, Belloci (tundidor),
Lázaro Yuce, Buenavida Samuel, Doña Cara, Yuce Rojo, Doña Vida, Ysaque
(tejedor), Avelloci (zapatero), Jaco (refollador), Belloci (tejedor), Levi
(zapatero), Salomón (tintor), Fadaza y Moses de San felices.
La más antigua tradición valderense nos
cuenta que los judíos tenían su morada en la plaza más oriental y, el culto
religioso lo realizaban en la sinagoga, que se hallaba en la esquina de la
avenida del Padre Isla con la confluencia de la calle de La Cruz. Con los años la sinagoga pasó a ser la
iglesia-ermita de la Vera Cruz, y fue el último testigo de la judería hebrea de
Valderas.
En el mes Septiembre del año 1.928,
José María Luengo, en la “Crónica de
León”, sobre la sinagoga hebrea de Valderas publicó lo siguiente: “Su
planta era un rectángulo de 21,50 por 7,30 m., orientada de este a oeste. En la
fachada principal tenía una escalinata de dos peldaños con encintado de granito
y pavimento de canto rodado sobre los que se alzaba un pórtico in antis, bajo
arquitrabe sustentado en zapatas, que flaqueó por peso del tejado y fue
reforzado con dos puntales. Bajo el pórtico una gran puerta adintelada, de dos
hojas, ornada con caretones y rejillas. En el muro sur otra puerta, con arco de
medio punto, de piedra. Interior, sencillo, testero con un hueco en el muro,
que tal vez hiciera de “Têbâh” para los libros sagrados. Junto a los muros
laterales dos bancos muy originales. Los asientos eran unas gruesas vigas,
sobre corto pedículos hincados en el suelo. Un artesanado de forma artesón que
tenía talladas flamas en forma conopial, y en las esquinas sendos cuadrantes
lisos. Fábrica muy pobre, con sillarejos y verdugos de ladrillo y tapial. Parecía
como de finales del siglo XVI. Para el culto cristiano se adicionó al muro sur
un cuerpo de sacristía, y en el norte, sobre el tejado, una buharda con una
pequeña esquila y una crucecilla. Al derribarse la iglesia de San Pedro sirvió
de parroquia, y últimamente tenía el mero oficio de capilla de la Santa Cruz.
En el interior había una hermosa tabla pintada del siglo XVI, representando el
Juicio Final. Su desaparición es lamentable, por cuanto de los que llevan ese
nombre en la región leonesa era el edificio que más apariencias tenía de
sinagoga”.
La sinagoga valderense se arruinó en
los primeros lustros del pasado siglo, y algunos de nuestros abuelos tuvieron
el privilegio de verla en pie.
Actualmente, en la Sinagoga de Samuel
Leví, más conocida como del Tránsito en la ciudad de Toledo, existe una
relación escrita que cita las que fueron más importantes de España. Allí
aparece la sinagoga de Valderas.
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Bibliografía: Albano García Abad, en
"Historia de Valderas y su Término-1.968.
José María Luengo,-"Crónica de
León"-1.928.