El Blog dedicado a Valderas


Este Blog nace como rincón de la historia y la poesía valderense.

Un cordial saludo de
CESIDIO BLANCO GONZÁLEZ
-Escritor, Rapsoda y poeta valderense-

¡Bienvenido amable visitante!

La Morenica - IV Centenario

Introducción

Este blog de historia y poesía valderense, tiene el honor de ofrecer a los amables lectores, un relato fruto de la preparación de una conferencia en honor a Ntra. Sra. la Virgen del Socorro, con motivo de la celebración de la fiesta del IV Centenario el pasado año 2013, en que se celebró la fiesta de la llegada a Valderas de nuestra adorada Patrona.


 

Fruto de investigación bibliográfica, la conferencia habría de comenzar con un saludo a los presentes, que lógicamente aquí, mis amables lectores me permitirán omitir para no repetir el citado con antelación; seguidamente, como especial saludo a la Virgen del Socorro, con el auditorio puesto en pie se  rezaría el Magnificat. Y así daría comienzo la conferencia que Vds. tendrán oportunidad de seguir a continuación, y una vez finalizaba ésta, concluiría el acto con el rezo de la oración más antigua que se conoce, que fue hallada escrita en un destrozado papiro en el desierto de Egipto; siendo esta oración ideal para esta fiesta, por ser la primera que los cristianos rezaron a la virgen María hace dieciocho siglos: "Bajo tu amparo nos acogemos..."
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Conferencia:

La devoción mariana en Valderas

En los cuatro últimos siglos, la historia de la Virgen del Socorro está íntimamente ligada a la más pura esencia de la vida cristiana y espiritual valderense, y hoy, en los albores del siglo XXI, no podría explicarse ni comprenderse la una sin la otra.
En tal sentido, y para intentar profundizar en la maravillosa influencia del amparo y devoción a nuestra Morenica, es necesario retroceder en el tiempo unos siglos atrás, y comenzar sondeando la historia de la más antigua tradición mariana en nuestra Villa, porque… sin duda alguna, en sus fuentes mana el agua bendita que sacia el devoto y amoroso sentimiento valderense por nuestra celestial y milagrosa Patrona.
La tradición mariana en Valderas es muy antigua, y como van a comprobar se remonta mucho más allá de estos cuatro últimos siglos. Cierto que no podemos precisar exactamente cuándo comenzó, pero cabe pensar que se inició  con la primera congregación cristiana que construyó templos para el culto. Hablando de templos, uno de los más importantes es el Santuario de Ntra. Sra. del Socorro, su morada y nuestra casa común, por ello, en este relato hablaremos de cuándo y cómo se construyó.
Retomando la línea de las raíces más antiguas del culto mariano valderense, es preceptivo citar a las vírgenes que con diferentes nombres y advocaciones precedieron a nuestra actual Patrona; por tal motivo, nuevamente se hace necesario retroceder en el tiempo hasta la Baja Edad Media: siglos XI al XV; por tanto, mucho tiempo antes de la llegada de nuestra Patrona a comienzos del siglo XVII.
 En la primera mitad del siglo XII (año 1.144), sobre las ruinas del primer castillo valderense se construyó la iglesia de Santa María, que fue tomada cómo madre espiritual y consagrada a Nuestra Señora del Azogue. Aquí tenemos la primera referencia de una iglesia dedicada en Valderas a la Virgen María, que tomó este nombre de la plaza Mayor por ser el principal núcleo urbano del caserío, dónde se congregaba la vida social y el más importante mercado comarcal. 
En la primera mitad del siglo XII, para defender su reino de los ataques del sarraceno y del beligerante Rey castellano Alfonso VIII, el Rey de León, Fernando II, construyó el castillo cuyos lienzos en ruinas vemos sobre las cuestas de la Altafría, y, a su vez cercó la Villa con una muralla –más bien cerca defensiva- y aquí está el dato: como especial protección celestial para la Villa, en pequeñas hornacinas bajo los arcos de entrada se entronizaron a las siguientes vírgenes: la Milagrosa  en el Arco de las Arrejas, -en el que hoy está la virgen del Buen suceso- y, en una capilla sobre el Arco -puerta- de San Isidro, la virgen de los Remedios. Por tanto ya tenemos a Nuestra Señora del Azogue en el mismo centro de Valderas, y sabemos que nadie entraba ni salía del recinto amurallado sin pasar bajo la hornacina de la Virgen.
En el año 1387, acurre en Valderas un acontecimiento muy especial en su historia cuando fue incendiada y destruida por el poderoso ejército de dos reinos extranjeros; uno comandado por el rey portugués don Joao I, a la sazón monje de la Orden de los Caballeros de Avis (título que le concedió su padre el Rey Don Pedro), y el otro por el inglés Juan de Gante, Duque de Lancaster, quien disputaba el trono al Monarca don Juan I de Castilla. Es notorio que con motivo de esta guerra brilló el heroísmo valderense, premiado por el Rey con uno de los más grandes “Privilegios" de los pueblos de España, conocido en Valderas como "El Privilegio Grande", cuyas dádivas y concesiones marcaron un antes y un después en la historia y en el progreso económico de nuestra Villa. 
El asalto a Valderas tuvo como consecuencia la destrucción de la cerca original que se construyó dos siglos antes con el castillo, y en premio al valor y fidelidad de los valderenses a su legitimo Rey por causa de este acoso, entre otros beneficios, don Juan I dio dinero para levantar una nueva y más amplia cerca, en la que, a más de las entradas ya existentes, se hicieron dos puertas más. Una vez construido el nuevo parapeto, siguiendo la antigua tradición, en las nuevas puertas también se colocaron altares dedicados a la Virgen María: en el Arco de Santiago se hizo una capilla para la virgen de la Cabecica, (aún podemos verla), donde en tiempos medievales fue honrada por el pueblo y por Caballeros de las Ordenes de Santiago, Calatrava y Alcántara; y en la llamada puerta nueva (al sur), se consagró a Nuestra Señora de la Caridad.
Por tanto, a finales del siglo XIV, ya tenemos cinco iconos diferentes de la Santísima Virgen María, venerada como custodia y protección de la Villa en todas sus puertas de entrada y en el mismo centro (Santa María del Azogue).  A las cinco vírgenes ya citadas, andando el tiempo hay que añadir a Nuestra Señora del Rosario –que junto con San Roque fue Patrona de Valderas-, también a la Virgen Pastorcica en Otero, y siendo muy importante no podemos olvidarnos de la virgen del Carmen, en cuyo honor y devoción se construyó en Valderas un nuevo convento de Carmelitas Calzados en la segunda mitad del siglo XVI. Considerando a su vez, que en el entonces convento del Carmen, hoy Santuario de la Virgen del Socorro, según lo escrito en el volumen III del padre Carmelita Balbino Velasco, antes de llegar a Valderas la Virgen del Socorro tuvo como primera advocación a Ntra. Señora de la Concepción.
Si alguien en este momento no lleva la cuenta, y pregunta cuantas imágenes de la Santísima Virgen se veneraron en Valderas siglos antes de llegar la Virgen del Socorro, sin temor a equivocarme le diré que fueron 9, y, a partir del Siglo XVII, con nuestra adorada Patrona, ya son 10. 

La Pastorcica

Ntra. Sra Santa María. del Azogue

Ntra. Sra. del Buen Suceso

Ntra Sra. de los Angeles
Por tanto, la conclusión es clara, nuestra Villa ha sido y es un importante núcleo espiritual de la comarca sur leonesa, que llegó a contar con diez templos dedicados al culto, seis de ellos parroquias-, con Arcedianato y Arciprestazgo de gran renombre, y así, sus moradores, nuestros antepasados, en estos cuatro últimos siglos se enamoraron de una Virgen Morena más hermosa que el sol, y la adoraron con una devoción mariana forjada en lo más profundo del alma valderense durante siglos. Pero... si bien estos antecedentes son la base de la advocación mariana, hoy hemos venido a hablar de nuestra Morenica y de su Santuario, y aunque todos sabéis muy bien su historia, es obligado incluir una pincelada sobre cómo llegó a Valderas y dónde fue entronizada.
Para seguir un orden, comenzaremos por el Santuario, que ya estaba construido cuando llegó a Valderas la Virgen del Socorro.

El Santuario 
         
Sobre un solar del antiguo Alcazar de los Osorio, Condes de Trastámara, Grandes de España, Señores de Astorga, de Villalobos, y de las Siete Villas de Campos con capital en Valderas, en la primera mitad del siglo XVI, los frailes Carmelitas Calzados comenzaron a construir un nuevo convento.
La iglesia convento carmelitano y el colegio en su conjunto, se inauguraron el día 16 de Julio del año 1565, siendo Obispo de León don Juan de San Millán. Al año y medio de su inauguración, ya vivían en él 16 religiosos que se ocupaban de los oficios, del apostolado, y de la enseñanza en dependencias conventuales. Con los carmelitas la iglesia tuvo como primera patrona a la Virgen del Carmen, y 48 años más tarde, a partir del año 1613, llegó la Virgen del Socorro.

















La iglesia es de estilo renacentista neorrománica, de una sola nave, con dos capillas laterales a ambos lados del lugar que ocupa el altar mayor. Sobre la puerta de entrada hay un amplio coro, al que se llega por una escalera interior que arranca del lado izquierdo de la puerta principal. Ya en el piso alto, una pequeña sala da acceso a lo que en su día fueron dependencias conventuales del ala Sur, y bajo ésta se halla el museo parroquial, que es lo único que hoy día queda en pie del convento.  A la derecha, está la puerta de paso al coro.
Los Osorio, hicieron una nueva casa solariega al otro lado de la calle junto a la iglesia, que aún luce en su pétrea fachada el escudo heráldico del Conde de Trastámara. En épocas medievales los nobles no se mezclaban con el pueblo llano en los oficios religiosos, así, vemos que en la pared de la iglesia hay una puerta -hoy cegada con ladrillo- que está justo en frente de la puerta principal de la casa señorial de los Osorio, por donde solamente entraban ellos a la capilla derecha del altar para asistir a los oficios religiosos, evitando así mezclarse con el pueblo llano que pasaba al templo por la puerta principal.
A ambos lados del arco de la nave central con fondo en el presbiterio, hay cuatro altares. El principal de la izquierda tiene una talla muy antigua de la Virgen del Carmen, y en la peana hay una inscripción que dice: “A devoción de Fray José Antonio Robles se hizo esta estatua en el año 1.729”.  El más importante del lado derecho le preside Santa Teresa, con una reseña que dice: “Colocose siendo prior el Padre Fray José, año 1729”.
El altar mayor es barroco con destacados cinceles de los maestros de la escuela de Rioseco. En la hornacina central se hallaba originalmente la virgen del Carmen, donde ahora preside y se venera la Virgen del Socorro. Dos calles laterales tiene imágenes de San Juan y San José, y en la parte superior se halla San Claudio. A la derecha del presbiterio hay una capilla grande interior que fundó don Juan de la Torre para su enterramiento, siendo administrador de rentas los Marqueses de Astorga. El año 1654 de fundación de esta capilla, viene a certificar el hecho de que la iglesia y convento se construyeron sobre un solar de la señorial casa de los Marqueses de Astorga.
A la izquierda del presbiterio esta la sacristía que recibe la luz de una gran linterna octogonal que corona la cúpula. En la Sacristía, hoy se halla la rica sillería de madera noble que hasta hace pocos años estaba en el coro. En las pareces hay cuadros del los Padres que fueron carmelitas calzados y llegaron a Obispos: Juan José Feijóo de Villolobos, y del ilustre valderense Fray Mateo Panduro y Villafañe, fundador del Colegio San Mateo. Desde la sacristía se pasa al museo parroquial que ocupa uno de los antiguos claustros bajos del convento. El museo es un tesoro de la rica imaginería valderense, recogida de los diferentes templos y ermitas que con el paso de los siglos fueron arruinándose o declinando el culto.
Según el padre Albano García Abad en: “Historia de Vaderas y su Término”; aunque hoy apenas queda nada del convento, era muy grande, y estaba circundado por un patio interior típicamente carmelitano, y podemos ver que aún sigue en pie el ala Sur y la espadaña del Campanario.
















En sus primeros tiempos el convento conoció años de brillantez y progreso, llegando a albergar hasta 70 frailes, y también pasó momentos difíciles en el año 1808. Con motivo de la invasión napoleónica fue tomado por los franceses y los religiosos tuvieron que abandonarlo; los monjes no pudieron restablecerse allí hasta 1812; pero lo peor fue en el año 1836 con la regencia de María Cristina de Borbón -Dos Sicilias, que suprimió las órdenes religiosas y se incautó de sus bienes, y como muchos otros conventos de España, éste hubo de ser desalojado con motivo de la exclaustración dictada por Mendizábal. A causa de la desamortización, en el año 1835 se hizo un inventario de sus bienes, y en 1836 ya se habla de un convento extinguido. Aún así, en años sucesivos, entre 1839 y 1840, en la sacristía de su iglesia seguían reuniéndose los cofrades de la antigua cofradía del Carmen, para tomar sus acuerdos y nombrar nuevos directores con motivo del fallecimiento o cese de otros.
En el año 1866, Silvestre García compró el convento y sus materiales por 300 reales, y once años más tarde, en 1877, siendo Santuario de la Virgen del Socorro sustituyó a la antigua y arruinada iglesia del San Claudio el Viejo, pasando a ser la parroquia de San Claudio el Nuevo. En el año 1.899, San Claudio el Nuevo perdió su condición de parroquia por pasar ésta a Santa María, pero continuó siendo Santuario de la Virgen del Socorro. El antiguo convento del Carmen, -San Claudio el Nuevo-, durante estos cuatro últimos siglos ha sido y es la sede del Patronazgo y Cofradía de la Patrona de Valderas, y el lugar de su culto, devoción honorífica, y trono.
Como dato destacable por su interés, he de decir que hace pocos días, gracias a don Patrocinio Alonso Blanco, Presidente de la Cofradía, tuve el privilegio de tener en mis manos un libro de asientos de cofrades que comenzó a escribirse el día 21 de febrero del año 1.745. El libro es una verdadera joya. Tiene pastas de piel de ternera –destrozadas- con una inscripción borrosa en la portada, que dice: “Libro de Cofrades de Nuestra Señora del Socorro”, y algunas letras más que son ilegibles.
Todo él está escrito con pluma de ave, y costa 38 hojas escritas a doble columna en las que se suceden cantidad de nombres. La primera  hoja comienza diciendo: “Libro de asientos de cofrades de Nuestra Señora, dado el día primero de su restauración que fue el día veintiuno de febrero del año de mil setecientos y cuarenta y cinco. Que todo sea a mayor gloria de Dios y de su Santísima Madre. Amén.”

La inscripción de los muchos nombres que en él pueden verse, comienza diciendo: “Padre fray Francisco Vallejo,- Cumplió” y el nombre siguiente es: “Don Pedro Ortíz de Salinas  -primer Abad-“
Siguen los mayordomos: “Don Antonio Barba  y  Don Hidalgo Palacios”
En las páginas interiores hay un acuerdo fechado en el año 1.771, que en sus primeras líneas habla del convento de los Religiosos Carmelitas Calzados de Nuestra Madre del Carmen, y sigue con los mayordomos de la cofradía de la Virgen del Socorro que han de hacer los pagos y recibir las limosnas para pagar las fiestas mayores, la cera, y el mantenimiento anual; pero… hay algo en él muy curioso e interesante, que merece la pena detenerse en ello, y literalmente, dice:
así, por la tibieza de los cofrades en concurrir a las asistencias debidas a el culto y reverencia, de tan soberana Patrona. de quien liberalísimamente habemos experimentado la benignidad de su socorro en muchas necesidades, como porque los cofrades en la misma limosna con que deben contribuir anualmente para soportar los gastos precisos. Se hallan tibios  en tan piadosa liberalidad, de modo que los mayordomos se ven precisados a suplir quasi el todo de los gastos, para que en parte reciban algún alivio y no decaiga esta Hermandad y piadosos fines de sustitución, acordaban y acordaron, que desde hoy en adelante se forme una nueva lista de todos los Hermanos que han contribuido con la limosna a los que se les tenga por tales, y a los que no lo hayan hecho, se les tenga de luego a luego por exclusos, y no se les comunique honor alguno, ni admita ni tenga por tales hermanos, y menos concurra la cofradía a sus entierros y sufragios.
Como vemos, el acuerdo manda apartar de la Cofradía a los que no pagaban, y ordena -de luego a luego-, es decir, de inmediato, no comunicarles honor alguno, puesto que no se los aceptaba como mayordomos ni otros cargos de honor de servicio a la Santísima Virgen- y, a su vez, se ordenaba a los demás cofrades no concurrir a sus entierros.
¡Así se las gastaban entonces!  ¡No irían, ni a su entierro!
Pero… si estamos hablando de la Cofradía, pensé que sería interesante investigar a fondo para saber cuando se fundó, puesto que no existen datos sobre ello, o al  menos no han sido publicados en los libretos sobre la Santísima Virgen del Socorro editados por la cofradía durante las últimas décadas del siglo pasado, que solamente citan escasos e imprecisos datos.
-En los libretos fechados el ocho de septiembre de 1.988, y el dos de Septiembre de 2007; se dice que la novación de la regla se hizo en el año 1743, y luego, en el novenario de culto fechado el año 2009 se cita el 1745. En todos ellos, se aclara debidamente que estas fechas se corresponden con la novación de la regla, y también se dice: "la cofradía es mucho más antigua", sin precisar, ni siquiera aproximarse a su antigüedad.
Si reparamos en las fechas citadas con antelación, vemos que, desde que nuestra Patrona llegó a Valderas en 1613-, hasta el año 1745 en que se renuevan los estatutos y la regla transcurren 132 años; por tanto, más de un siglo es mucho tiempo para que no existan documentos que nos aproximen a la verdadera fecha de arranque de la Cofradía. Por tal motivo, y dado el momento actual de la fiesta homenaje del 400 aniversario, pensé que sería interesante intentar hacer algo de luz sobre este dato que nuca fue suficientemente aclarado.
En tal sentido, como es lógico, revisé con detenimiento el citado documento estatutario fechado en 1745, que dice: la novación fue a petición del Padre Francisco Vallejo, Prior del convento de los carmelitas valderenses, con el permiso del Padre Provincial de las dos Castillas Fray Juan Ladrón de Guevara.
Por tanto, para regresar al tiempo en que se fundó la Cofradía, se hace necesario transcribir un párrafo del citado documento estatutario, que copiado literalmente, dice: Por cuanto por parte del Padre Fray Francisco Vallejo, se nos ha pedido licencia para suscitar y promover la devoción de los fieles de la restauración de la antigua Cofradía de Nuestra Señora del Socorro, fundada en este nuestro convento de Carmelitas Calzados, a quien nuestro Santísimo Padre Urbano VIII ha concedido varias y muy especiales indulgencias, ….” 
Aquí tenemos un dato importante que puede conducirnos al esclarecimiento del tiempo en que se fundó la Cofradía. Precisamente, se halla ahí donde se cita al Santo Padre Urbano VIII, porque según este texto, fue él, quien concedió varias y muy especiales indulgencias a los devotos de la Virgen del Socorro, cuya antigua Cofradía fue fundada en éste nuestro convento de Carmelitas Calzados. Por tanto, hemos de continuar camino y averiguar en qué tiempo transcurrió el pontificado de Urbano VIII, que lógicamente ha de ser coincidente con los años de fundación de la Cofradía.
El pontificado del Papa Urbano VIII transcurrió desde septiembre de 1.623, hasta Julio de 1644, es decir, 21 años; y podemos colegir que es éste el periodo de tiempo en que se fundó la Cofradía de la Virgen del Socorro. Igualmente vemos, que es anterior al año 1644 del fallecimiento del Santo Padre, así,  hemos de concluir que la Cofradía fue fundada durante los treinta primeros años de la estancia de la Virgen del Socorro en Valderas; algo muy lógico, porque primero se rindiese culto durante unos años, y poco a poco, se pensó formalizar la creación de una Cofradía. Y ello ocurrió cien años antes de las fechas citadas en los últimos libretos publicados en Valderas que no se apean de 1.745.

 La Virgen del Socorro

El siglo XVII acababa de comenzar. En una humilde, austera, y oscura celda de un convento madrileño de carmelitas calzados, un fraile miraba con preocupación e intriga para un arcón de madera, que hacía mucho tiempo le confió en custodia un soldado de los tercios de Flandes al partir para la guerra a tierras lejanas. Había pasado mucho tiempo desde que él se fue, rodaban los años, y en vista de que el soldado no regresaba a recoger el arca, ni a confesar con él como era su costumbre, pensó que pudría haber muerto, y según lo mandado por aquél, tras haberlo meditado durante largo tiempo, el padre Carmelita Calzado Fray Antonio Maldonado tomó la firme decisión de abrir el arca.
¡Qué buen muchacho! –pensaba… ¿cómo no habrá regresado? ¿le habrá ocurrido algo malo...? –se preguntaba el buen monje.
Habrá que hacer algo… esto me da mala espina... – se decía para sus adentros.
No creo que se haya olvidado del arcón, ni de confesar… hoy serán por él mis oraciones... seguía rumoreando, mientas ordenaba su ropa sobre el viajo y hundido camastro.
En estas interiores disquisiciones, abrió el carcomido y negruzco cajón de la mesa y tomó cincel y martillo. Poco a poco, con dificultad por falta de práctica, comenzó a despegar las tablas de la tapa. A medida que iba abriendo hueco, su nariz detectó algo muy extraño y poco común en aquella oscura celda que desde hacía años acumulaba olor a cerrado por falta de ventilación, pero… ahora: ¡Qué maravilla! ¡Qué buen aroma! Se decía… respiraba sosegado y profundo, tratando de no perder ni un hálito de aquel embriagador, maravilloso, e inesperado perfume de rosas que comenzó a invadir el viciado aire del habitáculo.
¡Qué maravilla! ¡Qué bien huele! Se decía el monje... animado a destapar cuanto antes.
Continuando su labor, sacó unas telas que a modo de almohadilla del contenido impedían ver lo que realmente contenía el cofre. Cuando apartó el segundo paño: ¡Sorpresa! Vio una talla de madera de una vara de larga, con angelical cara morena. Con suma delicadeza, la tomó en sus manos y la colocó de pie sobre una mesa.
¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Qué maravilla...! Repetía el monje al percatarse de que estaba ante la imagen de la Santísima Virgen María. Se retiró un poco de la mesa para tomar distancia y poder verla mejor, y de pronto... un escalofrío mezclado con susto y alegría recorrió todo su cuerpo, al percatarse de que aquella estatua no era común, pues cuanto más la miraba, sin pestañear, con los ojos como platos, aún más crecía su entusiasmo, dándose cuenta de que estaba ante la Virgen más bonita que jamás vieron sus ojos.
¡Señora! ¡Señora y Madre mía! Dijo Fray Antonio postrándose de rodillas en un espontaneo arranque de saludo y adoración!





















Más, como le pareció que allí había algo más, no tardó en seguir registrando entre los almohadillados trapos del interior del arca, y comprobó que la Señora no estaba sola, pues enseguida sacó otras dos imágenes iguales, que también puso sobre su destartalada mesa junto a la primera talla.
¡Son hermanas! Se decía maravillado. Y, postrado nuevamente de rodillas ante las tres vírgenes morenas  erguidas sobre aquel improvisado y humilde altar, rezó con devoción.
De pronto... una ráfaga de viento abrió violentamente la pequeña ventana, y un fogonazo de luz iluminó a las Señoras en aquella humilde mesa y altar. A Fray Antonio le pareció que se habían desatado las fuerzas vivas de la naturaleza para atacar  violentamente su celda, y aterrorizado, permaneció postrado sin atreverse a mover ni un solo músculo de su asustado cuerpo. De pronto... cabalgado sobre los tenues y dorados rayos del crepúsculo vespertino, una legión de luces blancas de diferentes tamaños e intensidades comenzaron a entrar en la estancia entonando un conto de gloria y adorando a la Santísima Virgen María. Y… por si fuera poco, aquello que le tenía desconcertado, percibió en el aire un tenue silbido de batir de alas que removía el embriagador perfume de rosas de la habitación potenciando su aroma.
¡Dios mío... Dios mío! ¡Madre Santísima amparadme! Balbuceaba el monje tremendamente asustado cuando se percató de que se hallaba en medio de una legión de ángeles adorando a la Santísima Virgen. Maravillado vio un grupo de juguetones angelitos colocando sendas coronas de estrellas sobre las cabezas de las vírgenes morenas.
¡Estaré en el Cielo! ¡Habré muerto… y estaré ya en el cielo con mi Madre adorada! Se decía cerrando fuertemente los ojos, para seguidamente abrirlos como platos. Un agitado temblor sacudía todo su cuerpo mientras palpaba nervioso los hábitos tratando de volver a la realidad.
De pronto... reaccionó. Dio un salto, y se dirigió corriendo hacia la puerta para comunicar a los hermanos lo que estaba pasando. ¡Socorro! ¡Socorro!  Gritaba corriendo por el claustro: ¡Socorro hermanos! ¡Padre prior! Venid presto: ¡Qué maravilla!
¿Qué le pasa a Fray Antonio? decían algunos frailes mientras trataban de seguirle pensando que le había dado un aire o algo peor. Sabiendo algunos que era de carácter pausado y sensato, al verle hablar solo, balbuceante, tembloroso y desencajado, no se explicaban qué le podía pasar, y se dispusieron a seguirle inmediatamente.
Entre aquel escándalo, Fray Antonio dobló corriendo el recodo del claustro, y casi se estrella con el padre prior, quien al escuchar el griterío salió de sus celda con intención de poner orden y venía hacia él.
-Sosegaos Fray Antonio. Por Dios, calmaos que os va a dar un pasmo: ¿qué os ocurre? preguntó el prior al verle jadeante y hablando con dificultad para articular palabra.
Padre… pronto…, venid conmigo enseguida; vos mismo lo veréis. ¡Que Dios nos ampare! dijo tartamudeando.
A paso ligero, precedidos de un grupo de hermanos, ambos regresaron sobre sus pasos, y al llegar a la celda,  como era preceptivo por jerarquía y respeto, Fray Antonio dijo:
-Primero vos, padre prior. Manteniéndose él  justo detrás porque realidad no se atrevía a entrar el primero.
El embriagador perfume de rosas salía por la puerta hasta el claustro, y los hermanos se preguntaban si Fray Antonio tendría algún ramo por allí, o habría hecho algún ungüento, porque al pasar junto a su celda, normalmente no percibían tan maravilloso aroma.
Un vez dentro, sobre la vieja mesa que sirvió de improvisado altar, el padre prior de los carmelitas calzados vio las imágenes de las tres “Vírgenes Morenas”, que aún seguían coronadas de estrellas, iluminadas, y custodiadas por muchas luces blancas. Asombrado y estupefacto, enseguida se dio cuenta de que eran ángeles adorando a la Señora del Cielo, y… juntó las manos y cayó de rodillas en adoración. Poco a poco, fueron pasando algunos monjes, postrándose también en adoración y recogimiento. Estaban sorprendidos y algo asustados; en el fondo muy contentos por el regalo del cielo que la Señora les hacía.
Hubo un momento en que adorando y rezando con el sentimiento más profundo del alma, temiendo que se terminase aquello, ninguno se atrevió ni a levantar la vista.
Pasaron así largo tiempo. El tenue y dorado rayo del sol que penetraba la ventana se fue apagando, y con él partieron las maravillosas y celestiales luces blancas batiendo etéreas y luminosas alas, mientras las voces de dos querubines repetían continuamente: ¡Adoradla! ¡Adoradla!
Todo volvió a la calma. Sobre la mesa seguían las tres imágenes de la Señora del cielo de dulcísimas caras morenas. Jamás en el convento se había visto ni vivido algo igual.
Para darlas la bienvenida, el padre prior ordenó depositar a sus pies muchos ramos de rosas y flores, y todos juntos, siguiendo el mandato de los ángeles rezaron el “Marnificat” con una ilusión y devoción que emocionaba el alma.
Aquella pequeña celda del padre Fray Antonio Maldonado, durante mucho tiempo se  erigió en santuario y altar permanente, pero él, se aferró al “Arca “como reliquia y tesoro, y la custodió en su nueva celda hasta su muerte.
Unos meses más tarde, los monjes decidieron que no debían privar a la Santísima Virgen de la adoración de los fieles, y decidieron trasladar cada una de las imágenes a  los lugares y monasterios marianos que consideraban más devotos. Así, una de las imágenes hermanas fue llevada a la Alberca de Záncara, otra a Valdeolivas, y gracias al cielo, la Virgen del Socorro hoy  es nuestra adorada Madre y Patrona del alma valderense.
Agradeciendo su amoroso patrocinio, sus bendiciones y beneficios,  y su milagrosa presencia en Valderas como regalo del cielo durante estos cuatrocientos años, hoy uniremos nuestras voces a los ángeles, y a los monjes, y con la mayor devoción y cariño, en su honor, rezaremos todos juntos aquella primera oración con que la adoraban los primeros cristianos hace ahora 1800 años:

“Bajo tu amparo
nos acogemos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos
en nuestras necesidades;
antes bien,  líbranos siempre de todo peligro,
Oh Virgen gloriosa y bendita”.
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Agradecimiento especial:

Esta labor de investigación no habría sido posible sin la inestimable ayuda y colaboración de Don Patrocinio Alonso Blanco, a quien desde este Blog transmito mi felicitación, aprecio y agradecimiento, por ser el primer valderense que advirtió a la Villa de la llegada del glorioso acontecimiento del  IV centenario de la Virgen del Socorro, y quien promovió con suficiente antelación al año 2013, el inicio de todos los actos en honor de nuestra adorada Madre y Patrona.

La conferencia que antecede fue por él auspiciada. Como autor, me consta que hizo todo lo posible para su divulgación, y, si no fue posible impartirla fue por causas ajenas a su voluntad claramente manifestada a quien suscribe, ya que otras personas ajenas a la presidencia de la Cofradía, cuyos nombres no viene al caso citar, deliberadamente y por causas que sólo ellos conocerán, en tan señaladas fechas, privaron de este relato a los valderenses, y del honor que con él debió hacerse a nuestra querida Madre y Patrona la Virgen del Socorro.
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Gracias a por vuestra atención, y que la Santísima Virgen del Socorro os proteja bajo manto y os bendiga a todos.