El Blog dedicado a Valderas


Este Blog nace como rincón de la historia y la poesía valderense.

Un cordial saludo de
CESIDIO BLANCO GONZÁLEZ
-Escritor, Rapsoda y poeta valderense-

¡Bienvenido amable visitante!

Los más antiguos nombres de la Villa de Valderas

Los más antiguos nombres de nuestra Villa están empañados por una nebulosa de misterio que ha dado lugar a numerosas discrepancias entre los historiadores, que vierten diversas opiniones tendentes a descifrar cuál era el  más antiguo nombre de este  asentamiento celta-vacceo de la meseta de la Alta-Fría,  balcón sobre el río Cea.
Los que citan unos y otros son: Brigaetium, Intercatia, Vallis Feras Uvis et Cerere, Alta-Fría, Banderas, Castro Macarefe y, Val-de-Heras. Todos ellos asignan en la antigüedad al lugar Sur-leonés que hoy conocemos como Valderas.


Intentando hacer algo de luz sobre el tema, citaré brevemente algunas afirmaciones y opiniones al respecto.
Del primero de los nombres, “Brigaetium”, el Padre Albano García Abad en su libro titulado: “Historia  de Valderas y su Término” (1.968), opina que era una ciudad fronteriza de los vacceos con los astures, situada al este de Benavente en la confluencia de los ríos Cea y Esla, y dice también que no se corresponde con la actual Valderas. Y hoy podemos afirmar que muchos otros prestigiosos historiadores y arqueólogos ubican la "Brigaetium", la ciudad de los brivecinos, en este mismo lugar.
Basando mis pesquisas en la documentación que aportan los doctores de la universidad de Valencia, Aguirre Álvarez, Navarro Brotons y Rodríguez Galdeano, quienes traducen una copia del siglo XV del antiguo códice latino de la "Cosmografía de Claudio Ptolomeo" del siglo II de la era cristiana, se desprende que la antigua ciudad llamada Brigaetium, no era Valderas, pues el lugar en que Ptolomeo la sitúa en el siglo II dC., está  a 44º 35’ de longitud,  y 10º de latitud, lo cual es coincidente con el yacimiento arqueológico de la dehesa de Morales de las Cuevas, donde se han encontrado numerosos vestigios arqueológicos celtas y romanos; lugar situado al Este de Benavente, que sin duda alguna fue un privilegiado asentamiento estratégico natural y defensivo situado a 40 metros de altura sobre el río Esla, ocupando una circunferencia de más de 10 hectáreas de terreno mesetario en las proximidades de la desembocadura del Cea. Aquí, Ptolomeo sitúa a los celtas brivecinos, o brigaetios.  Por tanto, coincidiendo con  el padre Albano y con la traducción de tan prestigiosos doctores, traductores de la “Geografía de Ptolomeo del Mundo Conocido”, creo que podemos decir que la Brigaetium,  no estaba en Valderas.
Sobre la ciudad vaccea de Intercatia, diversos escritores opinan que, tampoco estaba en el lugar que hoy ocupa Valderas, sino en Villalpando, y basándose en textos de historiadores de aquella época, aseguran  que en el año 151aC. fue asaltada cruelmente por el Cónsul romano Lucio Licinio Lúculo. Es notorio que en lo del asalto a sangre y fuego coinciden todos los historiadores, pero no en el lugar en que se hallaba, por lo cual, conviene anotar  aquí los que citan diversos arqueólogos y doctores: Villalpando, Valderas, Bolaños de Campos, Aguilar de Campos, Ceinos, Valdunquillo o alrededores, Paredes de Nava, etc.
Como vemos, hay opiniones para elegir, y ciertamente, cada cual aporta sus razones al respecto, pero no es menos cierto que algunos de éstos eminentes arqueólogos e historiadores, con exquisita discreción y respeto a la historia, ante tan fundada duda, citan el lugar de la Intercatia acompañado de un interrogante.
        Y, ciertamente, también hay quien dice que Intercatia estaba al Norte de Villalpando (el historiador Pedro Damián Cano Borrego). Otros dicen que sus ruinas se quedaron ocultas bajo el solar que hoy ocupa Villalpando, y otros afirman que esto es muy dudoso, pues al excavar cimientos en las numerosas construcciones que a través de los siglos se han efectuado en esta villa, sin duda alguna habrían salido numerosos vestigios arqueológicos de la antigua ciudad celta.
 Regresando a la historia conocida  sobre el asalto y destrucción de Intercatia, el relato de los historiadores es unánime al afirmar que los vacceos ofrecieron al romano tan cruenta resistencia que, en venganza al destrozo y sangría que tan bravos guerreros celtas le causaron en sus tropas, el general romano mandó arar el solar y condenó el lugar a eterna despoblación, y, para que no quedase ni su nombre le cambió por “Vallis Feras Uvis et Cerere” (valle fértil en uvas y cereales, se cree que en honor a la diosa Hera, de la fertilidad), lo cual coincide con estas fértiles riberas del río Cea.
Ahondando en detalles que pudieran hacer luz al respecto, es notorio que don Eugenio Merino Movilla fue rector del seminario San Mateo de Valderas entre los años 1.927 a 1940, y que ayudado por sus alumnos realizó excavaciones arqueológicas en diversos puntos del término de Valderas, con muy interesantes resultados fruto de  una abnegada labor de investigación que  ha sentado cátedra en la arqueología castellano-leonesa, pasando a la posteridad como importante referente histórico de yacimientos arqueológicos de Tierra de Campos, conocido con el nombre de: “Colección Arqueológica Don Eugenio Merino de Tierra de Campos”. Sobre ésta, eminentes arqueólogos han hecho tesis doctorales  (Germán Delibes de Castro).
Don Eugenio Merino Movilla, nació en Villalán de Campos un 26 de marzo de 1.881, y falleció en Madrid el 8 de abril de 1.953. Realizó sus primeros estudios en el entonces prestigioso seminario San Mateo de Valderas, y los finalizó en la Universidad Pontificia de Toledo. Fue ordenado sacerdote el 6 de septiembre de 1.905, y destinado como profesor al seminario de Valderas, donde imparte clases de Sociología, Oratoria, Arqueología e Historia Clásicas, Retórica, Dogmática, etc., es a su vez catedrático de Sagrada Teología y  de Historia Eclesiástica.
Este gran hombre que honró con su saber y su ciencia la cultura valderense, es autor de numerosos artículos relacionados con la arqueología e historia, que fueron publicados en el Boletín Oficial de la Real Academia Española de la Historia. Es también autor de muchos escritos de Ciencias Políticas y Sociales, y de  novelas como: “Flores de mi Patria”, “Tierra de Campos” etc... Igualmente realizó traducciones como: “Manual de JOC belga” y otras. Como teólogo, catedrático, y profesor, es autor de numerosos proyectos de bases de restauración de la vida cristiana, oración y sacramentos, etc.

Volviendo tras los pasos de la famosa colección arqueológica de don Eugenio Merino, hallada principalmente en los yacimientos valderenses de  Trasderrey, Alta-fría y Los Villares, se compone de gran número de piezas, que van desde el Paleolítico y Neolítico, a las edades del Bronce y del Hierro, con importantes vestigios vacceos y romanos de siglos anteriores y posteriores a la era cristiana.
En su honor, y con agradecimiento, podemos afirmar que don Eugenio Merino Movilla, en su afán descubridor e investigador, sació su sed en las fuentes de los más antiguos asentamientos humanos valderenses.
De los muchos conocimientos dimanantes de sus excavaciones, que nuestro insigne profesor nos legó en sus escritos, en mi opinión, los más interesantes son dos artículos sobre hallazgos arqueológicos publicados en el Boletín Oficial de la Real Academia Española de la Historia, titulados: “Memoria Histórico-Arqueológica de los Villares de Valderas (León)” (21 de Septiembre de 1.921), y “Estación Paleolítica de Tras de Rey.-Valderas (León)” (4 de junio de 1.923). En ellos, describe muchos instrumentos paleolíticos de sílex hallados en Trasderrey: hachas pulimentadas, puntas de flechas, microlitos, etc., que sin duda pertenecen a un antiquísimo y primitivo asentamiento. También encontró diverso material similar al anterior en lo que hoy es la Alta-Fría, pero lo realmente sorprendente es el relato de lo sacado  del yacimiento de los Villares, porque al leerlo y releerlo, me dio la sensación de que don Eugenio Merino, tal vez sin proponérselo, dio con  la tan buscada ciudad perdida de Intercatia.
El yacimiento arqueológico de los Villares ocupa una extensión de más de cinco hectáreas sobre los cerros de la margen izquierda del río Cea, a la altura del paraje que hoy conocemos  en Valderas como el Molino.  Este privilegiado estratégico lugar, igual que la Altafría y Tras de Rey, reunía todas las características defensivas de los asentamientos celtas. Por el lado norte la defensa natural del río, con agua para abastecer el poblado, y con un paso vadeable de poca profundidad que ellos conocían bien para poder escapar en caso ataque. El resto del contorno del castro ya se ocupaban ellos de hacer una empalizada y de limpiar de arbolado la explanada circundante, para que fuese terraza de defensa (aún puede verse la terraza defensiva próxima al camino de Castrobol). La terraza límpia de malezas y arbolado permitía recibir a los enemigos a campo descubierto y poder atacarles con lanzas y flechas –armas arrojadizas- sin darles oportunidad de protegerse entre árboles ni cubiertas.
 Don Eugenio nos dice que, con ayuda de sus alumnos realizó una modesta excavación arqueológica en este  lugar,  abriendo una zanja en forma de cruz de unos 45 metros en total, de 1,15 de ancha y 0,90 de profundidad.
Lo primero que encontró fueron restos de una importante necrópolis y, seguidamente cuenta cómo salían muchos objetos, que si tuviésemos que citarlos todos aquí, la lista sería tan larga de enumerar como su escrito. Por citar algunos: trozos de téseras, hachas, vasijas destrozadas, espadas de hierro partidas (de las espadas, dice que le daba miedo hasta mirarlas, y por lo que apunta, da la sensación de que fueran trozos de las temibles espadas curvas de los vacceos -espadas matadas o falcatas-, que tanto daño causaban al enemigo desgarrando la carne y haciendo que entrase aire en la herida, por lo que la infección del herido era segura); pero lo que más llama la atención en su escrito es el disgusto  que él manifiesta en repetidas ocasiones por el hecho de que todo lo que encuentra está destruido. Sus alumnos sacan muchas cosas, hay abundancia de objetos: mangos de asta de ciervo, asientos de vasijas, centenares de fragmentos de todo tipo, tapaderas, pesas y piedras de afilar, huesos de caballos, utensilios varios, fusayolas, agujas, media docena de lanzas, puntas de flechas, rejas de arado, restos de grandes tinajas similares a urnas para almacenar cereales, vino y  alimentos, pequeñas piedras de molino, puntas de puñal o de lanza, tres medallas, una figura de mujer que parece una sacerdotisa o diosa de la fertilidad, etc. 
El profesor que impartía clases de arqueología, cuando debería estar ilusionado hasta la médula con tantos objetos como estaban saliendo de la excavación, no era así, pues repetidas veces se queja amargamente al  comprobar que estaba ante una completa destrucción, y muy disgustado dice que tal desastre le parece intencionado. En todo su escrito resalta su  amargo disgusto,  y se queja afirmando con desesperación que esto sólo podía ser, si la destrucción hubiera sido intencionada, por quienes él califica de verdaderos bárbaros.
 También destaca un importante detalle que no debemos pasar por alto, pues hace notar que al remover las capas de tierra salen vetas o franjas negras, que inducen a pensar en un gran incendio como una de las posibles causas de la total destrucción.
 Cuando va finalizando su relato dirigido a los eminentes doctores de la Real Academia Española de la Historia, por la gran cantidad de objetos hallados que desea exponer, dice que termina su trabajo convencido de que no ha dado cuenta bastante de todo lo que allí descubrió.
 Leída la presentación de Don Eugenio, si hemos de buscar Intercatia es obligado pensar en un importante asentamiento celta vacceo, un lugar que reúna las características naturales defensivas de este pueblo, y también en lo que hoy podría ser una importante necrópolis arqueológica con restos de intencionada destrucción a hierro y fuego.
Es fácil ver que lo extraído en 40 metros de zanja es singular, y por la calidad y cantidad de objetos hallados podemos pensar que en este lugar, mucho más que en otros, pudiera hallarse la ciudad perdida llamada Intercatia.
Remitiéndonos nuevamente al antiguo códice latino  de la "Cosmografía de  Claudio Ptolomeo", aún podemos y debemos intentar hacer más luz sobre el tema, pues, basándonos en el manuscrito original traducido por los doctores  ya citados, llama la atención que en la Península Ibérica aparecen dos ciudades con el mismo nombre de Intercatia.
En el apartado 49 de la página 82, Ptolomeo habla de las tierras que dominan los “calaicos bracarios”, y dice: “Hacia el interior de estos habitan los vacceos, entre los que hay estas ciudades: Intercatia...”   y da la longitud y latitud en 10º 15´ y  42º 25´.
En la página 81, refiriéndose a otra ciudad también llamada Intercatia, que por su ubicación cartográfica sabemos que es claramente diferente a la anterior,  toma como referencia los “calaicos, llamados también lucencios”, y dice: “Desde estos hasta la salida del sol se extiende Asturia, cuyas ciudades son: De los orniacos: Intercatia”... etc. (con las coordenadas 11º30’ y  44º15´). Estas coordenadas son muy diferentes a las anteriores, por tanto, la ciudad que aquí cita no es la misma que la primera.
Las coordenadas de Valderas son las que  cita para la primera de las ciudades, con longitud 42º 25´, y latitud 10º 15´.
Comprobado que Claudio Ptolomeo nos da dos ciudades con el mismo nombre, creo que también debemos sondear una nueva pista de referencia analizando un  posible significado del nombre Intercatia, pues el prefijo latino “inter”, lógicamente apunta a una ciudad que se caracteriza por hallarse entre algo, ciertamente hoy desconocido, que pudieran ser montañas, vías, campamentos, o cuarteles romanos de invierno, castros, etc.
En latín no existe duda sobre el significado de la palabra “inter”: “entre”. Pero ¿qué podemos decir del resto de esta palabra: “catia”, raíz complementaria del nombre buscado? En los diccionarios latinos, lo más aproximado que tenemos es una palabra perteneciente a la segunda declinación: “Castra-castrorum”, que significa campamento. Por tanto “catia” en el significado buscado pudiera ser “castra”, por lo que “Intercatia” significaría “entre campamentos”. Pero tengo para mí, que cualquier filólogo me diría, con toda razón, que “catia” no es palabra latina, por tanto, no es ese el buen camino a seguir, pues, aunque pueda parecerlo, su radical no está en “castra-castrorum”, “Campamento”.
Ciertamente el significado de inter es “entre”, es claro, y el lugar de los Villares de Valderas bien pudiera hacer referencia a Intercatia, precisamente por hallarse en medio de la línea de castros (entre), que poblaban la margen izquierda del rió Cea desde su desembocadura en el Esla hasta más arriba de Mayorga,  pero, como vemos, el problema le tenemos en el significado de “catia”, que nos conduce a lo siguiente: Cuando los romanos extendieron sus dominios y anexionaron la Península Ibérica convirtiéndola en  provincia romana con el nombre de Hispania, hallaron resistencia en los pueblos celtas autóctonos, cuyas ciudades tenían ya su propio nombre, ello está bien probado en la Geografía de Ptolomeo y en otros textos. La colonización romana trajo consigo la fundación de nuevas ciudades a las que ellos dieron nombre, como: Cesar Augusta (Zaragoza), Legio Séptima Gémina (León), Emerita Augusta (Mérida), Lucus Augusta (Lugo), etc. 
La mayoría de las ciudades que ya existían antes de la invasión romana, conservaron sus nombres, en este caso el vacceo, ya que la etnia vaccea que habitaba las tierras de León, Zamora, Salamanca y Valladolid, tenía su propia lengua, totalmente diferente al latín romano y al típico italiano. Los vestigios de esta antiquísima lengua aparecen en escrituras rúnicas que han sido poco menos que imposible de descifrar, y han dejado una serie de antropónimos de tipo céltico atestiguados en esta zona celta vaccea, como ejemplos tenemos: Celtius o Ambatus, o Teónimos (nombres de dioses) como Bormaico y Lug.
Debido a la escasa existencia de datos sobre este antiquísimo idioma, lo poco que vemos es de muy difícil interpretación, es el caso de la raíz “catia”. Por tanto, la referencia clara en la que debemos basar nuestras pesquisas no es otra que “inter”, pues no debemos olvidar que el historiador Cloro, habla de tres cuarteles romanos de invierno al mando del Legado Carisio, que antes de emprender la conquista de Lancia estaban situados en la Brigaetium, ciudad fronteriza de los astures con los vacceos, próxima a la desembocadura del río Cea. Conocemos otros castros que se sucedían en la margen izquierda del Cea, desde la citada ciudad pasando por Intercatia (posiblemente los Villares), hasta los asentamientos localizados a la altura de Gordoncillo,  Mayorga,  Sahagún y Almarza; y  no olvidemos que Valderas estaba en la vía romana Cesar-Augusta (Zaragoza), Astúrica-Augusta (Astorga), que salvaba el Esla por Villafer. Todo ello daría sentido al prefijo “inter”.
Por otra parte, en Valderas había varios poblados o castros celtas: Tras de Rey, Alta fría y Los Villares, y dos más, que se hallaban poco distantes entre sí, a menos de un kilómetro y medio, y, si no guerreaban entre ellos,  es muy probable que fuesen de la misma etnia o tribu, lo cual nos anuncia una gran ciudad celta o un importante asentamiento, como lo era la Intercatia.
Destruida Intercatia por el sanguinario ataque del romano  Lucio Licinio Lúculo, éste, como ya he apuntado anteriormente, en represalia por el destrozo que los bravos vacceos le causaron en sus tropas, mandó arar el solar y condenó el lugar a eterna despoblación. Esto también parece coincidir en Valderas con la destruición que presenta el yacimiento arqueológico de  Los Villares y atro lugar próximo, y con el fértil valle del río Cea, lugar,  que en nada se asemeja a Villalpando, que como su mismo nombre indica es una villa en el llano (en el pando).
Apoyando mis convicciones en la Geografía de Claudio Ptolomeo  (S. II d.C.), que  localiza y ubica también la Brigaetium en la desembocadura del río Cea, y citando como irrefutable dato y prueba el nuevo nombre que dio el romano a este lugar,  “Valle fértil en Uvas y cereales”, y aportando como prueba las investigaciones arqueológicas de Don Eugenio Merino, con el hallazgo de una importante necrópolis en Los Villares, creo que es este el lugar se postula mucho más que otros para hallarse en él la Intercatia. 

Otros nombres

En los albores de la Reconquista, los Valderenses lucharon a favor de Don Pelayo y, la Villa cambió el nombre de Alta-Fría por el de Banderas.
Los tan aludidos nombres de Alta-fría y Banderas, el Padre Albano los considera meros inventos de la imaginación y, lo cierto es que aunque se citan, estos nombres no aparecen escritos por ninguna parte, salvo que este último pueda dimanar y asociarse a un escudo en que se ven dos banderas cruzadas ondeando sobre llamas.
Respecto al de Castro Macarefe, se cree que se correspondía con un asentamiento de repoblación poco importante, un enclave, que a comienzos del primer milenio fue absorbido por el núcleo principal de población llamado Val-de-Heras.

Bien entrado el tiempo de Reconquista, en el año 1.113, ya comienzan a verse documentos escritos el nombre de “Val-de-Heras” o “Valle de las Eras”, que una vez castellanizado del todo termina en el nombre actual: Valderas.