La devoción a San Tirso está extendida
por toda España, muy especialmente en la provincia de León. Es Patrono de
Villafranca del Bierzo y de muchos otros pueblos leoneses, su fiesta se
celebra el día 28 del mes de Enero.
En la primera mitad del siglo III,
Tirso era un fornido atleta cuyo oficio era
la vida del circo. En aquel tiempo gobernaba en Cesárea de Bitinfa un tal
Cambricio, acérrimo perseguidor de cristianos, quien había detenido y ordenado
degollar a un valiente cristiano llamado Leucio, por ello, Tirso se enfrentó al
gobernador exhortándole a que no se derramara más sangre inocente en nombre lo
de los dioses falsos a los que adoraba.
La amonestación o reproche de Tirso
sorprendió mucho al gobernador, pues sabía que Tirso siempre había sido
pagano.
Con valentía, Tirso dijo a Cambricio
que era cristiano, y, si era preciso moriría en defensa de la verdad. El
Soberano le mandó detener y le sometió a diversas torturas, entre ellas, con el
fin de descuartizarle, ordenó que dos corpulentos esbirros que le serrasen por
la mitad.
Tirso, con
ayuda divina, ante la gran sorpresa de Cambricio salió ileso de todos los
tormentos.
El
Santo murió alabando a Dios en la
segunda mitad del siglo III, y su imagen la tenemos en Valderas por partida
doble, de ahí arranca la leyenda de “Los Tirsos”.
Una de las imágenes está en la antiquísima ermita de Otero que, como sabemos
era lugar de culto de un pueblo (pequeño
grupo de casas) próximo a este enclave.
La otra imagen podemos verla en la iglesia de Santa María, en el altar situado
a la derecha del altar mayor.
La vieja leyenda nos cuenta que en la
noche del 28 de Enero ambos tirsos salen de sus moradas y se citan en la
Altafría, donde, no se sabe porque razón, tienen una gran pelea; tal vez por la
territorialidad de Valderas, ya que uno está en Otero y el otro en el corazón
de la Villa, o sabrá Dios por que causa. También se dice que la noche en
cuestión algunos hombres del pueblo suben a separarles, y, quien es osado
de meterse en medio recibe lo que no está escrito, pues le arrean
estacazos y golpes los dos tirsos a la vez, uno por cada lado. Dicen en
Valderas que un paisano que intentó separarles, los tirsos le dieron palos al
unísono, y él gritaba:¡Por Dios Tirsicos! ¡No me peguéis más!
En
las primeras horas de la madrugada del día 29 de Enero, tras la intempestiva
noche de reyerta, al rayar el día suben las mujeres a la Altafría a comprobar
si ha habido sangre en la pelea, y revisan las inmediaciones de la piedra (altar) que allí hay desde
tiempos ancestrales. Los valderenses sabemos que en el mes de mayo en ésta
piedra (altar), descansa la imagen de la Virgen del Socorro cuando en
Pentecostés sube a la Altafría a bendecir las cosechas. Hay quien afirma que,
si la piedra no está manchada de sangre la manchan ellas, las mujeres, la
salpican con sangre traída del matadero o de algún conejo, gallina o animal
menor que han sacrificado. Cuando esto ocurre, lógicamente los Tirsos ya no
están allí, pues como cuenta la historia, el Santo salió ileso de todos los
ataques y tormentos.
Las
mujeres que en la madrugada del día 29 suben a la Altafría, por los signos
meteorológicos dicen saber quién ha ganado la pelea. Si el día amanece claro el
vencedor es el de la ermita de Otero, y, si es gris, la victoria es del de la
villa Valderas.
Si el Santo Tirso pudiera hablarnos,
tal vez nos contase qué ocurre de verdad en la madrugada de ésta mágica noche
de su fiesta, y de quien es la sangre allí derramada. Entre tanto, sólo nos
queda la misteriosa leyenda.